LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

lunes, 16 de octubre de 2006

Oración por el poeta desconocido

¿Qué es la poesía popular? La poesía impersonal. No porque no tenga autor, aunque la mayor parte de las veces no nos sea conocido. Siempre hay un autor, o varios, porque por generación espontánea no surge. Sino porque la voz que nos habla no es la de Fulano Fulánez o la de Zutano Zutánez, sino la de todos y de nadie. Por eso, muchas veces, el nombre del autor se pierde… en el río multitudinario de la lengua. El autor es lo de menos.

Veamos estos poemillas, y el diminutivo se refiere exclusivamente a su brevedad:

Se asomaba a la ventana

de sus sueños y veía

lo que le daba la gana.

*

¡La felicidad!

Cuando está no estoy,

cuando estoy no está.

*

Para el gusano de seda

el universo consiste

en su hoja de morera.

*

Su ambición era tan grande

que sólo le interesaba

lo que no puede comprarse.

*

¡Hago lo que quiero!

-decía un hormiga

en el hormiguero.

*

No sé qué me ocurre

con los espejos.

En unos me miro,

en otros me veo.

Puede que su autor no importe, puede que Francisco Díaz Velázquez, autor de estas Mínimas y Coplas que publican las ediciones de La Carbonería (sí, ésa que publicó los 25 años de éxito Juan Bonilla), no llegue a figurar en ningún ranking, antología ni canon de los que agora se usan, pero estos poemillas, coplas, humoradas o doloras han entrado ya en una tradición acogedora, que trae siglos atrás, que tiene siglos por delante, mientras el castellano exista y a la gente le guste la poesía y a la vez se desentienda, con buen seso y mejor gusto, de los poetas, esos sacos harineros cargados de vanidad y viento.

4 comentarios:

Ángel Ruiz dijo...

¡muy bueno!

almena dijo...

De los posts que uno quiere guardar para volver a leer cuando lo desee.
Sí.

Saludos

Jesús Sanz Rioja dijo...

Buen hallazgo. Tomo nota del nombre.

Canal Rancio Blog's dijo...

Ha dado usted en la médula de la poesía. Como buen poeta y como buen estudioso -en el buen sentido de la palabra- usted conoce perfectamente el sentido becqueriano de la brevedad. El libro está en alguna estantería, esperando que la tarde lluviosa lo traiga de nuevo a la lectura. SErá un placer volver a esta obra. Gracias por recordármelo.