LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

lunes, 31 de julio de 2006

Los comienzos de la reinaxença


Todo nacionalismo arranca de la nostalgia, que es su punto de partida romántico. En diversas lenguas y con diversos matices: Sehnsucht, dor, toska, saudade, soidade, soleá...
En el raro libro, o libro raro, Fenix o el espirit de reinaxença, publicado en Barcelona el año 1934, de Joan Estelrich, un hombre de la Liga que luego acabaría siendo el primer embajador de Franco ante la Unesco, encuentro este párrafo clarividente y nuclear:
"L'enyorança -o sentimentalitat dinàmica del record- colora el orígens, la gestació i el descabdellament de tota reinaxença. L'home o el poble que más posseís, no podria aspirar a quelcom de superior, no podria subsistir sense enyorança. [...] La memória destvella l'enyorança del passat al futur; l'enyorança suscita la impulsivitat, la pruïja de superar-se, el ressorgiment de la personalitat. Només així m'explico com tota reinaixença, que és futurisme, comenci per tristors elegíaques, plors damunt les tombes, i esguards i llàgrimes vers el passat."
Pero el nacionalismo ha recorrido ya un largo camino. Del siglo XIX al siglo XXI, hemos visto cómo las miradas lacrimosas dirigidas hacia el pasado se transforman en pantagruélicos banquetes con el presente.

domingo, 30 de julio de 2006

La boína de mi padre

«Los rojos no usaban sombreros», avisaba en el Madrid recién tomado por los nacionales un avispado bonetero. Pero ni así. La gente había comenzado a dar de lado a las prendas de cabeza, cuyo desuso –el de las prendas pero también el de las cabezas– se empezó a notar ya en la guerra civil. En una guerra, los combatientes –que son los que imponen la moda, y los modos, del momento– gastan gorros cuarteleros, cascos de acero o, todo lo más, boinas y gorrillas de visera. Nadie va a pegar tiros a una trinchera tocado con una mascota o un sobrero de ala ancha, pongamos por caso (aunque en nuestra guerra civil, hasta eso sucedió). Comunistas y falangistas se trataban de camarada, no de señor, y gustaban mucho de ataviarse con monos azules de trabajo. Además de correajes de cuero y abundancia de brazaletes e insignias. Y, por supuesto, no usaban sombrero, ni los rojos ni los azules (en eso se equivocó el avispado comerciante madrileño). Lo burgués resultaba odioso y execrable, por lo menos de labios afuera, o de telas afuera, mejor dicho. Y el sombrero es la prenda burguesa por excelencia.

La única prenda de cabeza que sobrevivió, y de mala manera, a la vorágine rojiazul fue la boina. No creo que esto se debiera al hecho de que formase parte del uniforme requeté, ni, menos todavía, a que Franco se hubiese hecho retratar con una boina roja culminando el uniforme sincrético de su Movimiento Personal. Creo que la boina pervivió en los lugares donde su uso era tradicional, como en Vasconia y aledaños y en casi toda la España rural. La boina era definitivamente una prenda rural, en una España que se desruralizaba a pasos agigantados. La boina era la prenda del cateto. Todavía, calada hasta las cejas, le sirve a algún humorista para componer la acreditada figura del rústico bobo. Cuando alguien propugnaba la apertura mental a las nuevas ideas que soplaban de Europa, solía emplear la metáfora de la boina: «Hay que quitarle la boina a España», decían.

Así que yo nací, allá por los cincuenta, en una España destocada. Siendo niño, las únicas mascotas que veía eran las del cine –qué bien le sentaban a Humphrey Bogart– o las de los señores muy mayores y antiguos. Pero –cosa extraña en aquel contexto– mi padre usaba boina. A mí eso siempre me llamó mucho la atención, porque la boina de mi padre no era una boina corriente. La que gastaba la mayoría de la gente era breve, ajustada, semiesférica, como un solideo en negro y algo grande. En cambio, la de mi padre, de tamaño mayor que las otras, tenía vuelo y era flexible y moldeable. En realidad, más que boina mi padre usaba txapela, lo que le daba un aspecto vascoandaluz bastante original. Pero él no la llamaba así, ni tampoco boina, sino boína, con acento en la í, que es como suele llamarse a esta prenda en Andalucía. Se la colocaba en septiembre y no se la quitaba hasta mayo. Como era calvo, la boína debió de resultarle indispensable para protegerse del frío y de la lluvia, sobre todo cuando, a lomos de su moto Guzzi, iba o volvía de sus quehaceres. Con el tiempo, la txapela de mi padre fue haciéndose todavía más original y rara, porque ya –a fuerza de planes de desarrollo, de emigración a Europa y de modas multicolores que se sucedían velozmente– ya casi nadie usaba boina, fuese del tipo que fuese. Pero él siguió fiel a la prenda y, de hecho todavía la sigue usando, según el calendario acostumbrado.

No hace mucho, tuve que viajar a Berlín en pleno invierno. Como –jugadas que te juega la genética– también yo me he quedado calvo, le pedí prestada una de sus boínas. Me dejó la más nueva, que reserva para los días de fiesta. Puedo jurar que en Berlín descubrí los impagables servicios de la boína. El tiempo era variable: nunca salía el sol, pero unas veces llovía, otras ventiscaba y jamás el termómetro subía de los cero grados. Y a todo se adaptaba de perlas la boína. Como es impermeable, sustituye a la perfección al paraguas, esa prenda tan olvidadiza y engorrosa. Como es de lana, mantiene calentitas las ideas que bullen bajo el cráneo mondo. Como es flexible, se puede guardar en el bolsillo al entrar en un local, sin miedo a dejársela olvidada en el perchero del establecimiento. Como es chata y además se ajusta casi herméticamente a la cabeza, no hay riesgo de que el viento se la lleve, como suele ocurrir con los sombreros. Desde entonces, he incluido la boína en el inventario de mi guardarropa de invierno. Y la suelo usar con frecuencia, no sólo en los viajes a tierras más frías, sino en los días desapacibles en que la sureña ciudad en la que vivo no resulta tan cálida como quiere el tópico. Sé que no está de moda –sólo los militares la han recuperado en la última edición de su uniforme– pero abriga y protege. Cuando siento su calorcillo sobre la calva, no pienso en Baroja –que la llevaba– sino en Azorín, que dijo aquello de que vivir es ver volver. ¿Estaré yo profesando, tal vez sin darme cuenta, al tocarme la cabeza con una boina como la que usa mi padre, las peligrosas teorías sobre el eterno retorno que propugnaba Nietzsche? ¿Habré regresado al regazo de alguna rancia tradición? Al calarme la boina –aunque no desde luego hasta las cejas–, ¿no estaré cerrando mi cerebro a la modernidad, tal como temían los progresistas de antaño? Me tranquiliza comprobar que los rojos, azules, verdes, amarillos y entreverados de cualquier pelaje se ponen hoy en la cabeza lo que les viene en gana, sin obligatoriedad ni uniformidad alguna y sin que ningún avispado comerciante les coarte ideológicamente. Me tranquiliza, en fin, poder usar la boina por pura y simple conveniencia práctica, sin más, sabiendo que, después de eso, el resto es literatura. Sólo literatura.

Nota en 2006: Este artículo se publicó hace años en El Correo de Andalucía, pero no recuerdo cuántos, ni me apetece consultarlo ahora. Algo ha llovido, desde luego. Debo advertir que ya no uso boína. La gente me miraba con recelo y desconfianza, o al menos esa sensación tenía yo. Debían de pensar que era vascongado, ergo terrorista. Así que decidí no usarla. Hasta eso nos han robado los bandoleros del hacha y la serpiente.

viernes, 28 de julio de 2006

Pero...

Dios mío, ¿qué ha hecho España para merecer esto?

(Porque algo habrá hecho, de eso no puede caber duda).

jueves, 27 de julio de 2006

Volaterías de julio


El primer derecho del que son despojados los muertos es el derecho a la intimidad.

*

El sol sale para todos, pero no todos se levantan a la misma hora.

*

La verdad os hará libres... por eso muy pocos quieren saber nada de la verdad.

*

Un amor se acaba cuando el soldado que lo custodia deserta.

*

Los impuestos progresivos se convierten muy pronto en impuestos agresivos.

*

Occidente, ¿lleva inscrito en su nombre su destino?

*

Me gustan tanto las mujeres, que he hecho voto perpetuo de castidad.

*

Los resultados de las encuestas se han decidido ya al preparar las preguntas.

*

La pintura abstracta es el triunfo de los azulejeros.

*

Confirmado: el mal existe porque el hombre es libre.

[Ilustración: Kazimir Malevich, Airplain flying (1915)]

miércoles, 26 de julio de 2006

Edificio singular


Un templo es una cueva

en medio de la jungla.

Un templo es un palacio

en que viven mendigos.

Un templo es un jardín

de silencio y de música,

cuya llave tenemos

a nuestro alcance siempre.

Un templo en la ciudad

la unge y la perdona.

Un templo es como el claustro

materno al no nacido.

Un templo es hospital

donde limpian heridas.

Un templo es un oasis

en medio del desierto.

Un templo desafía

las leyes del mercado.

Un templo es la farmacia

del eterno analgésico.

Un templo es el hermano

y no el competidor.

Un templo abre la puerta

desde el hoy a lo eterno.

Un templo entre las calles

nos recuerda el camino,

el rumbo extraviado,

y convierte al peatón

en bordón peregrino.[1]

Un templo es una brújula

y es una cantimplora.

Es la fuerte muralla

que guarda nuestras vidas.

La tienda de Jesús,

plantada entre las tiendas

de nuestro campamento:

éste en que hoy acampamos.

P. S. Soplan aires tan pestilentes y mefíticos, que me abstengo por higiene de comentar los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa, y saco de la gaveta un poema, o que se quiere por tal, que, si no cumple el precepto de los nueve años, sí pasa de los nueve meses, por lo que será feo, o desgarbado, pero desde luego no sietemesino.
No hace mucho hablábamos en Rayos y Truenos de los blogs como borradores públicos, o algo así. Algo así quiere ser este texto, y por eso lo doy incluso con variante aún dubitativa.
Pero pasen por mi enlazado Cuaderno de Vísperas (que no sólo hoy merece la pena). Carlos, creo, habla de lo mismo, aunque mejor.

[1] Y le otorga al peatón/ el bordón peregrino

martes, 25 de julio de 2006

¿Puede un bloguero tomarse vacaciones?


Sí que puede, claro está. Claro y a la vista. Conforme avanza la canícula imparable son más los que se despiden porque se van de vacaciones. ¿Y a qué selva profunda se irán, a qué remoto desierto, a qué montaña hirsuta, que no haya un portátil, un cibercafé, un teléfono móvil, que con todos estos medios se puede actualizar un blog o ver los que otros actualizan? Para cerrar por vacaciones, ya no hay excusa tecnológica.
Pero puede haber otras. Incluso que no sean excusas, sino sólidos motivos atendibles.
Una, por ejemplo, puede ser la ausencia o sensible bajada de lectores. Es como aquel bar que por estas fechas ponía un letrero que decía: "Cerrado por descanso de los clientes". Pues eso.
Otra razón puede ser que el autor de la bitácora decida amarrar la embarcación unos días para... descansar, sea eso lo que sea. A lo mejor es que se ha encerrado unos días en algún monasterio de la Trapa. O va a hacer un curso de meditación zen. O se ha echado novio o novia y vive intensamente las primeras mieles, y hieles, del amor. Ya digo, cosas respetables.
Pero, ¿por qué no voy a tener yo mis razones para no descansar? No las explico ahora, pero confieso que a mí siempre me ha dado mucha tristeza y no menos desolación leer el lacónico letrerito: "Cerrado por vacaciones".

*
Y hablando de cerrar, hoy que es día del señor Santiago, busquen los que no lo sepan la acepción "cerrar" que conviene a la expresión "Santiago y cierra España", que sí, que todavía hay articulista muy culto y muy leído, e indudablemente lo es, que lo ignora clamorosamente.

lunes, 24 de julio de 2006

¿Somos buenos o somos tontos?

Los barcos españoles rescatan náufragos, unos náufragos muy especiales, pues, a diferencia de los náufragos clásicos, lo que estos náufragos buscan es a ver si naufragan... y los recoge la Guardia Civil.
Ya sabemos que Malta se cerró en banda, que Libia dijo nones, y que ahora tampoco Marruecos admite náufragos emigratorios.
Así que el marrón, nuevamente, y como siempre, nos lo tragamos nosotros.
Vengan cayucos y más cayucos a España, que aquí cabemos todos.
Ya sé que heriré la sensibilidad de mis más sentimentales lectores, que me tendrán por desalmado y sin entrañas.
Ya sé que el deber de las gentes del mar es rescatar de las aguas a los que corren riesgo de perecer en ellas.
Pero...
¿Solucionaremos los problemas de África dando entrada y cobijo aquí a todos los que consigan llegar? ¿O sólo empeoraremos los nuestros?
La solución, desde todos los puntos de vista, es difícil. Y la UE no hará nada, porque cada país barre para su casa. Y además, que a un gobierno que propugna papeles para todos, y regulariza sin encomendarse a Dios -nunca mejor dicho- ni a la UE, ¿quién le va a echar una mano después? Allá se las compongan, nos dirán, y es lo que nos han dicho y hecho.
No caigamos en espejismos ni en falsos dilemas morales. Una cosa es un naufragio, como hecho puntual que puede suceder, y otra la corriente continua del flujo migratorio. Y lo primero es consecuencia directa de lo segundo.
Ante el naufragio, humanidad. Ante el flujo incesante, inteligencia y decisión. Faltan ambas cosas, y así nos va. Dentro de unos años, muy pocos, nos daremos cuenta. Y ya será tarde.

sábado, 22 de julio de 2006

Arcaísmos de hoy mismo... o ya de ayer


Pasan a mi lado, por la calle, dos señoras, no de mediana sino de mayor edad, y a una de ellas, embutida en una frase que no recuerdo, o que quizás no entendí, le oigo decir la palabra "lebrillo". Hacía años que no oía esa palabra. En el imperio del plástico y del tuperuare, ya no existen los lebrillos.
Como a Proust la magdalena, el lebrillo me lleva a un paseo por el campo, semántico, por supuesto, de la aljofifa, de la talega, de la alberca... Palabras usadas y usuales, que yo he visto morir lánguidamente, convertirse en arcaísmos todavía más arcaicos que los medievales.
Una talega es cosa más rara aún que un yelmo. Ya, ¿quien se baña en una alberca? Todas son ya piscinas, aunque sin peces.
Van muriendo las palabras. Van naciendo. Va muriendo un mundo. Y otro, el mismo, nace.
El hombre que se ha quitado los zapatos, para que sus pies estén más cerca de la tierra, para medir su temperatura, cálida o fría, se extraña un poco de que ese mismo suelo, tan firme y tan seguro, soporte sin embargo cambios continuos. Pero el hombre no llega a ninguna conclusión. Aunque el cuadro se llame "The Meditation" (Bill Jacklin, 1980), el hombre del cuadro no medita. Sencillamente, siente. Siente fluir el tiempo. Que no es mal pasatiempo. Sentir cómo el tiempo fluye bajo nuestros pies.

viernes, 21 de julio de 2006

Latiguillos y latigazos (Una guerra de palabras, o contra el lenguaje políticamente correcto) I

"El principal partido de la oposición..."

¿Cómo que el principal? Querrá Vd. decir, y en adelante deberá decir, el único partido de la oposición.

*

"La familia tradicional..."

No, hombre, no; Vd. lo que quiere decir es la familia natural.

*

El fracaso escolar...

Claro, Vd., erre que erre, como siempre, confundiendo; para que no se sepa si nos referimos al fracaso de la escuela o al fracaso de los escolares. Para hablar claro: se trata del fracaso de la escuela. Y aun falta un adjetivo: pública. Y eso es lo que Vd. quería decir, el fracaso de la escuela pública.

*

La España plural...

Me da a mí, Sr. Correcto, que es Vd. un poco ignorante y desde luego nada viajado... ¿Acaso no es plural Alemania, no lo es Francia, no lo es Alemania...?
Lo que no les impide permanecer unidas y fuertes. ¿Y no lo es Andalucía, no lo es Vasconia, no lo es Galicia, no lo es la provincia de Cádiz? Y además, que el topicazo es tan antiguo que ya Franco hablaba de "los hombres y las tierras de España". Con España, ya vale. Sin adjetivos. Pero ahí les duele.

*
Antisemitismo, antisemita...

Dígase mejor judeofobia o judeófobo. Extraña aunque antigua enfermedad de la que la derecha parece estar curándose, pero que aún está en fase álgida en la izquierda. (Bibliografía recomendada: Gustavo Perednik, La judeofobia, Flor del Viento, 2001.)

Última hora: Ángel Guinda hará huelga de hambre

Los poetas, antiguamente, pasaban hambre sin necesidad de huelgas. Cómo han cambiado los tiempos... Lean la historia íntegra pinchando en el enlace.

jueves, 20 de julio de 2006

Coplas a los poetas de El Puerto (A propósito de Horario de Invierno, libro último de Ángel Mendoza)

¿Qué tendrá El Puerto, Señor,

Puerto de Santa María,

que en la orillita del mar,

tan buenos poetas cría?


¿Será el mar o será el río,

será albergar las bodegas…,

o será casualidad

esta espléndida cosecha?


Rafael, el marinero,

y Tejada, el de las coplas,

y los dos García-Máiquez…

y el cercano Ángel Mendoza,


que, con su horario de invierno,

este verano refresca,

y a la tarde luminosa

le pone un paño de seda.


El Puerto está donde está,

y allí cría lo que cría;

en las bodegas, buen vino,

y en sus cepas, poesía.

Enlaces restablecidos

Gracias a los buenos oficios de Gundisalbo, los enlaces vuelven a funcionar como es debido. Lo que no me queda claro es lo que pasó. Pero funcionan, que es lo importante.

miércoles, 19 de julio de 2006

La obra de un malvado moderno

Si Vds. pinchan en el enlace "Universidad de Sevilla", lo que les saldrá es la portada del diario "El País"; si lo hacen en "Un vistazo a la prensa", que debía remitir a "Periodista Digital", lo que les saldrá es la portada del diario "El País".
Supongo que se trata de un gusano o troyano o malvado, que yo no entiendo nada de informática, pero sí de intenciones.
Quiero pensar que PRISA es ajena a todo esto.
De momento no sé cómo arreglarlo, porque soy profano en lides informáticas.
Se ve que el mal no duerme, no descansa, no tiene sosiego. Que el mal muta y se aprovecha de todo.
Y no país, país, sino mundo, mundo.

martes, 18 de julio de 2006

Primavera de Chesterton

Después de décadas fuera de ellos, Chesterton inunda los escaparates y copa los anuncios de novedades en los catálogos de las editoriales. Vuelve Chesterton. Estupendo, pero, ¿por qué?
Sencillamente, porque sus derechos de autor han decaído, una vez transcurridos los convenientes años de su fallecimiento.
¿Sólo por eso? No; es porque, además de barato, también es bueno y bonito.

18 de julio

Hoy, 18 de julio, no dejen de pasarse por el Ducado de Villamarina. Tienen asegurada una sonrisa, si es que no una carcajada a mandíbula batiente.
Un quiebro torero en la misma testuz bicorne del desmemoriado morlaco memorioso.

domingo, 16 de julio de 2006

¿Tienen ventanas las mónadas?

Pronto hará dos años que puse en órbita esta bitácora, por experimentar, por probar con las nuevas tecnologías, que se dice, más que nada. Dos años son muchos años. Es hora de meditar sobre el género. Sin mucho rigor ni sistema, porque esta es la hora en que yo no sé a punto fijo qué es una bitácora, ni creo que haya nadie que lo sepa. Definiciones hay varias; ahora, que definan lo definido, eso ya es otro cantar. Para la teórica y la sistemática, véase lo que dice José Luis Orihuela, todo un experto en el asunto.
Aquí, ya digo, la cosa tendrá que ir sin sistema y sin teoría. A base de observaciones empíricas. De presentimientos y corazonadas.
Momentos de desánimo hay muchos. Y tentación de abandonar. De hecho, una gran mayoría de blogueros se aburren al poco tiempo y abandonan. A mí me salvó de la inminente deserción un cariñoso coscorrón de Enrique García-Máiquez, que me picó en el amor propio, o casi. ¡Conque había alguien que me leía, y hasta quería seguirme leyendo! Asombroso.
Así que no sólo seguí, sino que lo hice con renovados bríos. Digo renovados, no abundantes, ni juveniles, o sea, con más voz que carne, que diría Lope.
Yo el problema principal que encuentro a esto es el del tiempo. Hay que disponer de mucho tiempo, de un tiempo que a mí me escasea más que el agua en el desierto. Pero al fin he decidido creerme mi propio lema voluntarista (ay, sí, voluntarista): "Sólo las personas ocupadas encuentran tiempo para todo". Sobre todo, ahora que estamos medio de vacaciones. Porque uno, para no hacer mudanza en la costumbre, sólo disfruta de vacaciones "a tiempo parcial".
Dudas y dilemas: que si las entradas deben ser largas o cortas, que si el blog debe ser monográfico o pluritemático, que si conviene tener uno principal y otros accesorios... Ya veremos, dijo el ciego...
De momento, he introducido cambios y mejoras: nuevos enlaces, un contador de visitas, ¡anuncios! (también para probar...), y próximamente, quizás nueva plantilla.
Pero, ¿qué gana uno con un blog? Pues... salir con amigos, sin necesidad de quedar, ni riesgo de tomar copas, ni efectos secundarios en forma de resaca...
Decía Leibniz que las mónadas no tienen ventanas. En cambio, Julián Marías opinaba que sí. Por esta vez, me quedó con el español.
¿No serán estas bitácoras amplios ventanales abiertos de nuestras mónadas inciertas y errabundas?
Como aquellos balcones de antes, en los que la gente se hablaba con los vecinos, de balcón a balcón, sin salir de casa. Sin salir de casa, hoy tenemos a nuestra disposición millares de balcones abiertos.
Hasta luego, vecinos.

sábado, 15 de julio de 2006

Voluntaristas y voluntarios

En una entrada reciente de su blog "Leer y Mirar" (véase el enlace a mano derecha), Mora Fandos hace una preciosa distinción entre "voluntaristas" y "voluntarios".
Me permito ahondar algo más, y por mi cuenta y riesgo, en esa preciosa distinción.
Voluntaristas son los que quieren cambiar el mundo (o España, o Cataluña, o el matrimonio...) para que no lo conozca ni la madre que lo parió.
Voluntarios son los que saben que el mundo no se puede cambiar, sino sólo mejorar. Y se aprestan a ello. No sea que empeore, que también puede ser.
Voluntaristas son los que creen en el uso alternativo del Derecho, versión neomarxista del refrán "quien hace la ley hace la trampa". La ley es de plastilina y los jueces deben acomodarse a la coyuntura histórica, o sea, a los intereses del gobierno o a las presiones de los lobbys.
Voluntarios son los que creen en el derecho natural por encima, y por debajo, del derecho positivo.
Los voluntaristas son los que afirman que el hombre no tiene naturaleza, sino historia.
Los voluntarios ven que la historia se repite, porque el hombre no tiene historia (acaso cronología) sino naturaleza. Su naturaleza.
El Día del Juicio Final, Dios les dará explicaciones, y se las pedirá, a los voluntaristas.
Los voluntarios, como no necesitarán de explicaciones, se encargarán de ayudar a encauzar el tráfico de almas.

La crisis, vista desde Israel

Para compensar un poco la predominante opinión en España. Para informarse de los argumentos israelíes.

viernes, 14 de julio de 2006

El Vaticano, Israel y los terroristas de la yihad

Copio de la agencia Reuters:

El Vaticano lamentó profundamente el viernes las agresiones de Israel contra el Líbano, diciendo que eran "un ataque" contra un país libre y soberano.

El Secretario de Estado del Vaticano, cardenal Angelo Sodano, dijo que el Papa Benedicto XVI y sus colaboradores estaban preocupados de que los hechos en Oriente Medio puedan derivar en "un conflicto de repercusiones internacionales."

"En particular, la Santa Sede lamenta profundamente el ataque contra el Líbano, un país libre y soberano y reitera su cercanía con este pueblo que ya ha sufrido mucho para defender su independencia," dijo Sodano a la Radio Vaticano.

Mientras cientos de cohetes Katiuskas caen sobre las ciudades del norte de Israel (aunque las televisiones españolas nunca den imágenes), mientras tres de sus soldados permanecen secuestrados y en peligro de muerte, mientras ahora como siempre la existencia de Israel está amenazada, como una isla en medio del mar islamista (y terrorista), el cardenal Sodano, como si fuese un Javier Solana o un Moratinos cualquiera, declara que Israel debe "moderarse" y no perseguir a las milicias de Hizbolá hasta sus madrigueras en el Líbano. Por lo visto, Israel es el único Estado del mundo que no tiene derecho a defender su seguridad, su paz, incluso su misma existencia como Estado inependiente.

La única democracia de Oriente Medio no tiene derecho a defenderse, según el Vaticano. Bueno, sí tiene, pero poco. ¿Debería rendirse a los terroristas al estilo zetaperil? Una de negociación sin precio político, marchando.

Yo, que creo cuanto la Santa Madre Iglesia manda creer, y que jamás se equivoca en materia de fe, no puedo creer que el cardenal Somalo sea un buen diplomático. O no, justamente lo que creo es eso, sí, que se trata de un buen diplomático. En plena sintonía con Moratinos, con Solana... y hasta con Bush, que también matiza y tiene sus reservas , el hombre.

(Por cierto, me alegro de coincidir con Pilar Rahola. en su artículo "La culpa de Israel").

Razones y sinrazones

En una de las últimas anotaciones en su blogg, el poeta Álvaro Valverde encuentra estas muy interesantes


Siete razones y alguna sinrazón para escribir poesía

Para Isabel Sánchez, que me llevó allí


1.- VOCACIÓN
d
ecía el poeta valenciano César Simón que "la poesía es, antes que nada, un carácter", que "existe como una forma de vida". Unas palabras de su paisano y amigo Francisco Brines podrían complementar esa afirmación de estilo cernudiano: "El poeta sólo existe cuando escribe, y en los restantes momento es sólo el hombre que es". Por eso, nada más triste que ir “de poeta” por ahí. Uno no puede por menos que reconocer que entiende la poesía como una vocación y que su ejercicio tiene, en consecuencia, un componente de necesidad. Eso a sabiendas de que sopla cuando quiere.

2.- MÉTODO DE CONOCIMIENTO
No sé si el poeta nace o se hace, si la ciencia acabará demostrando que quienes escribimos poesía tenemos un determinado gen que nos impulsa a ello, lo que sí sé es que hace tiempo que la uso como método de conocimiento de mí mismo y del mundo.
Como José Ángel Valente, pienso que el poeta se constituye en torno a dos reinos: el de la memoria (la poesía busca ser memorable) y el de la visión (que prefiero denominar “de la mirada”). Si algo caracteriza al poeta es su capacidad para recordar (Wordsworth habló de la poesía como “emoción evocada desde la tranquilidad”) y su don de observación, ese estar atento siempre y en todo lugar que acaso le distingue del resto de sus congéneres.

3.- INMEDIATEZ
En dos sentidos. De un parte por su facultad para decir más con menos. Su economía verbal, su laconismo, su concentración, su cercanía incluso al silencio son virtudes que no poseen otros géneros literarios ni otras expresiones artísticas. Quitándole cualquier matiz ofensivo, bien podría hablarse de la pobreza como una de las bondades de la poesía.
De otra, por la rapidez con que llega al lector. En una sociedad global dominada por la prisa, ningún medio mejor para llegar al corazón y a la cabeza del hombre y de la mujer que leen.
Esa inmediatez no sólo busca la mayor exactitud sino, además, la máxima excelencia. No se puede olvidar que, por encima de todo, la poesía es lenguaje.
Un lenguaje no utilitarista o instrumental.

4.- CONSUELO
Relacionado con lo anterior, en todas las catástrofes –y hemos vivido en los últimos años algunas enormes- la primera reacción para mitigar el dolor es acudir a la poesía. Eso ocurrió en el atentado terrorista del 11 de marzo en Madrid pero también cuando este país clamó en contra de la injusta guerra de Irak.
Pero no sólo recurrimos a ella en medio de las calamidades colectivas, también lo hacemos dentro de nuestra propia soledad. Antes que nadie, el poeta.
Porque hay un temor que supera a cualquier otro, Gamoneda ha dado en el clavo al afirmar que “la poesía existe porque existe la muerte”. Eliot lo dijo de otra manera: “Todo poema es un epitafio”.
La poesía, en fin, es un trasunto de la serenitas humanista.

5.- LECTURA
Me considero, ante todo, un lector de poesía. Podría decir, incluso que la condición natural para mí es leerla antes que escribirla o, lo que es lo mismo, que sólo para ese fin puede que la escriba. Como a Jaime Gil de Biedma, la mención de la palabra "poesía" evoca en mí la imagen "no de un hombre escribiendo un poema, sino la de un hombre ‑yo‑ leyendo un poema". Digo, con Borges: "Que otros se jacten de las páginas que han escrito, / que a mí me enorgullecen las que he leído". Como él, también he imaginado el paraíso bajo la forma infinita de una biblioteca.
Recuerdo el verso de José Emilio Pacheco: "No leemos a otros, nos leemos en ellos". Ese me parece el sentido y la dirección del acto poético. El poeta se convierte en poco más que privilegiado primer lector de sus versos.

6.- POESÍA VERSUS PROSA
Aunque no sólo he escrito poesía, me gustaría que se me considerara, antes que nada, poeta. Ya se dijo: por vocación, es lo que he querido ser. Como Rosa Chacel, cuando escribí mis dos novelas. "decidí encerrar en la novela la poesía.". Eso es todo.
Todos mis libros remiten a un lugar común: un mundo propio, sí, pero habitable para mis lectores.
La misma precisión y claridad que busco para mis poemas es la que pretendo para mi prosa.
Mucho antes de que se me ocurriera escribir una novela, Octavio Paz dijo de uno de mis libros que “encerraba un argumento novelesco”. Lo que entonces me sorprendió, al cabo del tiempo me parece una lectura singular de un lector extraordinario.
En última (y en primera) instancia, uno escribe por necesidad y dice lo que tiene que decir del mejor modo en que pueda expresarlo. Más allá de los géneros.

7.- LA BENDICIÓN DE BABEL
La poesía es un hecho universal que no distingue fronteras ni separa culturas, al contrario. Está ahí, casi desde el principio de los tiempos, unida a la música (George Steiner la ha definido como “música del pensamiento”). La suya es una tradición de tradiciones.
Alguien ha dicho que es lo que queda después de la traducción. Paradójicamente, un poema es, en rigor, intraducible. Con todo, la poesía está por encima de los idiomas. Vence la resistencia de la palabra exacta y única. Precisamente Steiner se ha referido a la mezcla de lenguas que enriquece el mundo como la “bendición de Babel” y no como el bíblico castigo divino.

Y ALGUNA SINRAZÓN
La poesía es, en sí misma, una sinrazón. Para la inmensa mayoría, carece, como se dijo, de sentido práctico.
Habita desde hace demasiado tiempo “en las catacumbas, en el subsuelo de nuestra sociedad” (Paz dixit), ajena al público (no a los lectores, la “inmensa minoría” juanramoniana).
La prueba de fuego de su ínfimo precio (no hablamos, ay, de valor) es que está fuera del mercado, lo que, de paso, la preserva de la vulgaridad y el descrédito en el que ha caído la novela, sujeta, ésta sí, a los vaivenes comerciales y las cuentas de resultados. Según Enzensberger, eso la hace “incorruptible”.
Marianne Moore resume a la perfección lo que uno piensa acerca de esta sinrazón que denominamos poesía:

A mí tampoco me gusta; hay cosas más importantes que toda esta alharaca.
Al leerla, empero, con total desprecio, uno descubre en
ella, después de todo, un lugar para lo genuino.

jueves, 13 de julio de 2006

Los placeres melancólicos

La gran poesía de este tiempo no sabemos cuál será. Lo averiguarán, si acaso, nuestros nietos o biznietos. La gran poesía se va decantando lentamente, en silencio, a través de las generaciones.
Mientras tanto uno se contenta con lecturas agradables, agradecidas, que no sabemos si quedarán o no quedarán (¡hay tantos versos polvorientos en las viejas bibliotecas provinciales!), pero que al menos por el momento se dejan leer muy bien, con gusto, con reflexión, con inteligencia. Hace poco eran la Reunión de José Mateos o la Tierra alta de Antonio Moreno. Ahora llega a mis manos Los placeres meláncólicos, de Juan Peña:

Sabes que no es posible
apurar de este día
hasta la última gota.

Por más que te propongas
habrás de lamentar
la sed que no calmaste.

Será la vida el agua
que mojaba tus labios
al tiempo que escapaba entre tus dedos.

Quién sabe lo que será la gran poesía. Pero la buena poesía suena como suenan los versos de Juan Peña.

martes, 4 de julio de 2006

Una manía mía

Supongo que todo el mundo sufre de alguna manía, en mayor o menor grado, y sin por ello tener que alcanzar la alta graduación de maniático. Yo tengo una manía, que no creo que sea cosa grave, al menos de momento. Para terapizarme y exorcizarla, a ver si me libro ella, paso a exponerla.

Yo tengo la manía de que la gente ande por la calle como Dios manda. O si no queremos meter a Dios en estas nimiedades, como la buena crianza ordena o por lo menos recomienda. En estas ciudades de calles estrechas, por lo menos, la primera regla es caminar por la acera de nuestra derecha. O, si damos en caminar por la izquierda, ceder el paso a los que van por su derecha.

Pero ahí no queda la cosa. ¿No han notado ustedes que la gente que sale de un portal o de un establecimiento se echa a la calle sin miramiento alguno, atropellando al que camina por la calle? Nadie cede el paso al que lo lleva con preferencia.

Otra cuestión son los grupos. De turistas o de escolares, tanto da. En otros tiempos, los grupos circulaban en filas y con orden, que es como deben andar los grupos. Ya no. Ahora vas por la calle y te arrollan los rebaños de adolescentes o de japoneses que siguen dócilmente a su pastor, que poca cuenta echa de ellos ni de las molestias que originan.

Cuando padezco estas incomodidades y atropellos, que es casi a diario, me doy a pensar que esto no es sino un síntoma, insignificante si se quiere, de un mal social mucho mayor. El de la pérdida de la urbanidad, concepto gangrenado y a punto de amputación. Entonces me encolerizo por dentro, me reconcomo y me siento la sangre refrita. Pero pronto reconozco que esto no es más que una manía, la manía de un viejo señor anacrónico y patético.

Bueno, después de haber escrito este apunte, creo que ya estoy casi curado. Aunque yo siga andando por mi derecha, que es lo ortodoxo.