LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

jueves, 31 de diciembre de 2009

El final de una decada

Pero no todavia, no desde luego hoy, no aun, por mas que nos insistan los media, con sus balances y resumenes.

La presente decada, que comenzo el año 2001, terminara logicamente en 2010.

Asi que a tomarse las uvas tranquilos, sin mas trascendencia historica.

No sera mas que una hoja de almanaque. Una hoja que cae.

El arbol sigue en pie.

martes, 29 de diciembre de 2009

Sentido de Estado

S. M. el Rey ha pedido, en su alocución navideña, "sentido de Estado", unidad...

Pero, ¿es esto posible?

La voladura del Estado en diecisiete miniestados, que propició un gratuito y suicida título VIII, ¿acaso no lo impide, digamos, de forma estructural?

El sistema partidista ¿no implica que si un partido dice blanco el otro tenga que decir pavlovianamente negro?

¿Hay lugar, oportunidad, espacio, posibilidad real para ejercer una política de Estado en nuestro actual sistema político? ¿No lleva este, necesariamente, a la división y al enfrentamiento? ¿Incluso a exacerbar artificialmente las diferencias?

S. M. predica en el desierto, en el vacío... en la inopia, dirán algunos.

Bueno, siempre ha sido esa la misión de los reyes... republicanos.

Menos mal que ya llegan pronto los Reyes Magos, los únicos que de verdad existen, los únicos que nadie destronará nunca. Porque su legitimidad no trae causa de ninguna Constitución, como no sea la de la sagrada constitución de la imaginación popular.

Queridos Reyes Magos... (complétese como apetezca y corresponda).

sábado, 26 de diciembre de 2009

Elogio del desierto


Siltolá es un sello muy joven aún, pero que ha irrumpido con fuerza en el panorama de las publicaciones poéticas españolas, de la mano de Javier Sánchez Menéndez, su director e inspirador. Los libros se caracterizan por su cuidada factura y su contenido a menudo novedoso, que no teme presentarnos nuevos autores junto a otros ya consolidados.

A los títulos ya publicados -Olga Bernard, Jesús Cotta, Juan Antonio González Romano...- suma ahora, en "Anejos de Siltolá", este Elogio del desierto, con poemas de Julio Martínez Mesanza y fotografías de José del Río Mons.

Uno de los poemas de Julio dice así:

Vagando por el páramo sombrío,
vagando por el páramo cien años,
por el páramo, amor, sin tu tristeza,
por el páramo, amor, sin tu sonrisa.
No sé si vivo o muerto, a la intemperie,
bajo la luna negra, contra el viento,
mil doscientos diciembres a tu puerta,
sin poderte llamar, sin que me vieras.

Bello libro, que se lee y se mira, con emoción y temblor. Porque el desierto, amenaza y tentación, símbolo y realidad, estará siempre ahí, cercando nuestra torre.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Feliz Na(ti)vidad


[El nacimiento de Cristo, Pedro de Berruguete]


La espera terminó.
Ya la esperanza es cierta:
Bendito sea el que viene
y cumple del profeta
la incansable palabra.
Amigos, que así sea.



Felicidades a todos, amigos y enemigos, volátiles visitantes y lectores asiduos, crédulos e incrédulos, de izquierda o de derecha, nominados e innominados. Que tengáis todos Paz y poco almíbar.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Acabaremos por enterrar a Lorca

El prestigio literario de Federico García Lorca se ha mantenido incólume desde los días de su vida (en los que ya era muy popular) hasta hoy.

Lo que es de temer es que este circo mediático necrofágico montado alrededor de la exhumación de sus restos no contribuya sino a hacer de Lorca un muñeco tenebroso de la casa del terror de cualquier feria de pueblo.

Que sus huesos (cuando se encuentren, ríos de euros mediante) sepulten su verdadero interés: su poesía, su teatro. Huesos contra libros.

jueves, 17 de diciembre de 2009

La actualidad

La actualidad es como una lluvia torrencial y caudalosa, que nos cae en medio de un estepa sin refugio ni abrigo posible, y nos cala los huesos.

La actualidad es un no saber adónde acudir. Las balas cruzan en todas direcciones. Estamos lejos de cualquier trinchera.

La actualidad suele ser hostil, insidiosa, como una fiebre que nunca remite.

La actualidad, en España, es llorar. Y fuera de España, también.

Con sólo rozarnos, la actualidad nos abre llagas. Y sobre esas llagas, la actualidad vuelve y derrama desvergonzada y cruel su sal hiriente.

La actualidad hace que nuestra vida pase en vano, girando en el tíovivo infernal de un laberinto sin salida.

La actualidad me deprime. Me oprime. Me comprime.

La actualidad es una hemorragia incontenible por donde perdemos sangre, o sea, perdemos vida.

Como un torrente desbordado, la actualidad nos arrastra y nos golpea, nos enguye y nos ahoga.

Para sobrevivir en este oscuro laberinto sólo hay un remedio: agarrarnos firmemente al hilo de lo eterno.

Y contemplar la actualidad, esa soga de presos, esa cruz que quiere descucificarnos, sub specie aeternitatis. Fijándonos en que todo lo que cambia no puede cambiar.

Vivamos para lo eterno o perezcamos en la actualidad.

Digo yo, no sé.

martes, 8 de diciembre de 2009

Maître à penser

A veces, mientras escribo mi pensamiento, éste se me escapa; pero esto mismo me hace recordar mi debilidad, que había olvidado un momento antes; lo cual vuelve a instruirme sobre mi pensamiento olvidado, porque mi única tendencia consiste en querer conocer mi propia nada.

Blaise Pascal, Pensamientos (trad. de Eugenio d'Ors)

martes, 1 de diciembre de 2009

Enigmas al rededor de los Machado

Mucho es lo que se sabe ya de los Machado, pero todavía quedan enigmas, esquinas de sombras que nadie ha iliuminado aún. Quedan preguntas, pero lo malo es que muchos ni siquiera se las hacen. Aquí van algunas de las que yo me hago.

- Se conservan las cartas que don Antonio escribió a distintos corresponsales, recientemente editadas con todo rigor por Jordi Doménech (Octaedro), pero ninguna de las que estos corresponsales (Unamuno, Ortega, Azorín, Pilar Valderrama...) escribieron a Machado. Lo mismo ocurre con su padre, Demófilo. Se han podido rescatar muchas de las que él escribió (a Francisco Giner de los Ríos, a Murguía, a Schuchardt...) pero ninguna de las que él recibió de estas personas. A pesar de que a algunos de esos corresponsales les dice que guarda sus cartas como oro en paño. ¿Dónde fueron a parar todos esos papeles? ¿Por qué se han perdido como por arte de encantamento?

- José Machado. El menor de los hermanos. Pintor y dibujante. Pero las únicas pinturas suyas que ha visto uno son retratos de su hermano Antonio o ilustraciones para sus libros, especialmente los de teatro. ¿Pintó algo más? ¿Vivía de la pintura? ¿De qué vivía José Machado? ¿Vivía con la madre o tenía domicilio propio?

- ¿Y Joaquín? Fue el hermano que marchó a América y volvió fracasado. En algún momento de su vida (tampoco sabemos cuándo) sufrió una laringoctomía. ¿Le impidió eso trabajar?

- Parecen cuestiones intrascendentes, pero que tienen su importancia. ¿Destinaba don Antonio Machado buena parte de su sueldo a mantener una extensa familia de madre, hermanos y sobrinos? ¿No explicaría eso, mejor que cualquier otra cosa, su extremada austeridad de vida?

martes, 24 de noviembre de 2009

Pajaritos fritos

Aquel hombre, en ninguna etapa de su vida tuvo razón. Pero siempre tuvo razones.

*


En la segunda mitad del siglo XX, el ratón se incorporó al catálogo, otrora medieval, de la zoología fantástica.


*


Un campo de amapolas es como un cuadro de Van Gogh, pero sin esquizofrenia.


*


La mayoría de la gente es increíblemente crédula. Por eso el ateísmo se extiende hoy en la sociedad a la velocidad de una mancha de aceite sobre un papel de estraza.

*


Las utopías no son malas por lo que imaginan, sino por lo que dejan de imaginar.

*


El aforismo es principio o conclusión. Entremedio está el ensayo o el tratado, el poema o la novela.


*


En el aforismo, el desarrollo lo ha de poner inevitablemente el lector. El aforismo, en apariencia tan concluso, es lo más abierto que hay. Y es el lector el que tiene que cerrarlo.


*


La plancha le hace un lifting a las arrugas de la ropa.


*

Impresión. La bibliografía avanza; el conocimiento, no.


*


Leed una historia de la filosofía (cualquiera). Acabaréis maravillados del ingenio humano, acabaréis decepcionados del ingenio humano.

domingo, 15 de noviembre de 2009

La red

Cuando iba a dormir
-para no despeinarse-,
mi madre se ajustaba
una red en el pelo.
Aún lo hace hoy.
Pero yo, de pequeño,
pensaba que también
aquella red servía
para pescar los sueños
que esa noche soñaba.

Ginés ANIORTE, Nosotros (Renacimiento, 2009).

jueves, 12 de noviembre de 2009

Bolonia

- El Nuevo Espacio Europeo de Educación Superior cuenta con muchos detractores sobre todo en el campo de las letras, ¿Qué opinión le merece el llamado Plan Bolonia?

- Durante veinte años he practicado la metodología docente que ahora recomienda el denominado Plan Bolonia. Lo he podido hacer gracias a la aplicación de la libertad de cátedra que consagra nuestra Constitución de 1978. Pero ahora resulta que, cuando se ha querido aplicarlo de forma oficial, me veo constreñido por una burocratización excesiva que quiere transformarlo todo en elementos cuantitativos y que matan cualquier posibilidad de actuar en libertad creadora. No es necesario que sea así, como de sobra sé, pero así es como se ha planteado lo que es una clara invitación a la fuga. Aparte de eso, la filosofía imperante en la sociedad de mercado no es la misma que se puede aplicar en una sociedad con mercado, donde la rentabilidad social no se confunde con la económica aunque tampoco se desliga de ella necesariamente. Y entiendo que la actitud económica es sólo una de las que se desarrollan en la vida. Es verdad que la Universidad, en el marco del Estado de las Autonomías y repitiendo esquemas políticos, ha terminado convirtiéndose en auténtico caos que, como dice mi colega José Carlos Bermejo, se intenta ahora cuadricular. De ahí que, aunque el llamado Plan Bolonia tiene indudablemente aspectos positivos (por ejemplo, respecto a la metodología docente) su aplicación puede ser desastrosa. No debe ser una casualidad el que muchos países hayan decidido sacar a sus instituciones académicas más prestigiosas de ese sistema, como ha hecho por ejemplo Francia con sus Grandes Écoles.

Genaro Chic García, catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Sevilla, en una entrevista para la revista Aula Magna nunca publicada.

En otro lugar, el mismo autor ya había escrito:


No creo que el Plan Bolonia mate a la Universidad, por la sencilla razón de que ésta está ya moribunda al no tener material humano con el que trabajar. De nada vale hacer grandes proyectos de arquitectura, por ejemplo, si no se dispone de materiales de construcción. A la Universidad la mataron las reformas realizadas en la enseñanza Primaria y Secundaria, sin que la Universidad moviese un dedo para impedirlo. Por ello entiendo que el presente Plan sólo actúa como el maquillador que trata de darle prestancia a los cadáveres para exponerlos en el tanatorio. No les puede devolver la vida.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Eternidad, Actualidad... ¿Modernidad?

Creo en estas dos cosas: en la Eternidad y en la Actualidad. Y en que el Tiempo no es sino el puente invisible e inaudible, y sólo en parte mensurable, que une misteriosamente estas dos dimensiones.

En lo que no creo es en la Modernidad. Todos somos modernos inevitablemente e irremediablemente dejaremos de serlo. Aristóteles fue moderno y se convirtió en antiguo, pero sigue siendo actual. Virgilio, Dante, Santo Tomás, Cervantes… fueron modernos pero se volvieron antiguos: y no por ello siguen siendo menos actuales.

La Modernidad no es más que el gesto de orgullo temerario del adolescente que se cree muy superior a sus padres.

Y de la Postmodernidad ya ni hablemos: es como el delirium tremens de ese mismo adolescente tras una larga noche de botellona.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Educación para la Ciudadanía: del XVIII al XXI

Es menester que la educación se haga cívica.

Una cosa es la instrucción; otra cosa, la educación; ésta es con mucho la más importante, porque si está bien dirigida producirá ciudadanos. Esta idea se expresa también entre tantas ideas efervescentes: la escuela debe adquirir un carácter nacional. “El arte de formar a los hombres, en todos los países está tan estrechamente ligado a la forma del gobierno, que no es posible hacer ningún cambio considerable en la educación pública sin hacerlo en la constitución misma de los Estados” (Helvetius). Tal gobierno, tal educación; no hay educación posible en un gobierno despótico; la educación debe llegar a ser una parte integrante de la política, con doble título: la forma y es formada por ella.


Paul Hazard, El pensamiento europeo en el siglo XVIII.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Descubrir el silencio

Durante estos días de fragilidad (una de las "ventajas" de la enfermedad es que nos hace redescubrir nuestra frágil naturaleza de quebradizo barro), he estado apartado del blog, que no de los blogs, que he seguido leyendo.

Pero he descubierto algo dotado de un mágico y secreto atractivo: el silencio.

Qué bien se está callado.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Prohiben un homenaje a Foxá en Sevilla

Última hora: véase AQUÍ.

Y AQUÍ (Diario de Sevilla) y AQUÍ (El Mundo).

Palinodia de Claudio Rodríguez

Escribió uno hace tiempo, en este mismo sitio (concretamente AQUÍ), un comentario, si no despectivo, sí que desdeñoso, y hasta un pelín borde, hacia la poesía de Claudio Rodríguez, a propósito de cierta antología suya de reciente aparición.

Lo cierto es que no he vuelto a releer su poesía. Tampoco entra entre mis planes hacerlo, al menos por ahora. Con que no sé qué pensaría ahora de esta poesía.

Lo que sí leo es una emotiva entrevista en Poesía Digital con su mujer (ella no acepta el título de viuda), Clara Miranda, y aparece otro Claudio Rodríguez, el de la intimidad, el de los amigos, el joven estudiante, el marido... el hombre.

Debemos diferenciar entre el poeta y el hombre, o entre la obra y su autor. Pero la proposición contraria también es verdad, incluso más verdad. Y en cualquier caso, el hombre vale siempre más, por ser hombre, y sólo por eso, y aunque sólo sea por eso, que la obra, pequeña o grande, que pudo salir de sus manos.

Cierto que yo no atacaba al hombre, y que creía que el crítico debe ser implacable, pero me olvidé de que el verbo procede de la carne, en este caso, y que la obra procede de un hombre, con mujer, familia, amigos... Por eso canto aquí hoy la palinodia.

Una palinodia relativa, porque no me desdeciría gran cosa hoy de lo que entonces dije, pero hubiera quizás debido decirlo de otro modo... más caritativo, si se me entiende la expresión.

Menudo dilema el del crítico, que se mueve entre el Scila de la espada y el Caribdis del apósito.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

JAMR



José Antonio Muñoz Rojas:
gloria, sí, la que te deban...
Pero sobre todo, Gloria.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Preceptiva

La sinalefa es popular; la sinéresis, culta. O dicho de otro modo, la una es natural; y la otra, forzada.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Diálogos de duermevela

- ¿Te acuerdas de cuando todos los mecheros tenían mecha?

- Sí, lo que ya no recuerdo es de cuando todas las piscinas tenían peces.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

España

Quijada de Caín, bárbara España,
astifina de odio. Un sol de insidia

descuartiza los mapas, la perfidia

flamea en el raíl de tu guadaña.

Te repudian tus hijos, madre extraña,

erial de iniquidad, corral de envidia,

en ti no hay redención, toro de lidia,

derriba, empuja, embiste hasta la entraña.


En paisajes levíticos levitan

tenebrosas, aéreas catedrales

y los campos iberos se marchitan:


tierras rojas, marchitos secarrales

donde los huesos de la tribu gritan

funerarias consignas radicales.



José María JURADO, La memoria frágil, Cáceres, Diputación provincial, 2009.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Nadie entre aquí...


[Fernand Léger, Mujeres en un interior, 1922]


El triángulo es el único adúltero que ni siente ni padece.

***

Raro es el polígono que no tiene con los años un ángulo muerto.

***

El pentágono adquiere en los EE. UU. de Norteamérica un aire marcial y belicoso.

***

El cuadrilátero pertenece a la geometría pugilística.

***

El cilindro es un tubo, pero platónico.

***

El punto es algo; pero la línea, que no es más que una sucesión de puntos, no es nada. Lo paradójico es que es.

***

El cono siente el frío del helado.

***

La beatería del cono crece en el capirote del nazareno.

***

La esfera es como el Absoluto en Filosofía.

***

Un pensar geométrico es un pensar redondo.

***

Voz al fondo: “Cuando no es un pensar cuadriculado…”

jueves, 10 de septiembre de 2009

¿Existen liberales en España?

¿Existen liberales en España? Puede ser. Pero yo no los conozco, o los que conozco parecen, la verdad, muy tibia o escasamente liberales. Bien es cierto que el liberalismo es una doctrina socioeconómica que no se ha aplicado hasta ahora en ningún país del mundo, salvo muy parcialmente en Estados Unidos y con cuenta gotas en los países de la UE.

Pongamos el ejemplo de la educación, ahora que comienza el curso. Un verdadero liberal diría que la educación es una competencia, y un deber de los padres, de la sociedad, nunca del Estado. El Estado no debería tener universidades, ni colegios, ni guarderías, ni nada. Menos aún, establecer los programas o los contenidos. Todo eso lo puede hacer la inicativa privada (laica, religiosa o mediopensionista):

Dice, sin embargo, el autodenominado liberal Álvaro Vermoet en Libertad digital:


"Hay quienes sostienen que los liberales debemos apoyar una desregulación de toda la educación, dejando que sea el mercado el que organice el sistema educativo en función de las necesidades de la economía. Pero todos los grandes autores liberales, empezando por Adam Smith y siguiendo por Condorcet, han defendido la instrucción pública como una herramienta del Estado liberal destinada a la promoción social, es decir, a que sea la selección basada en el mérito y no en el dinero la que determine las oportunidades de futuro de cada alumno. Se trataría, por tanto, de un instrumento que pretende elevar el nivel cultural de la población, transmitiendo las herramientas que permitan a cada ciudadano ser libre y autónomo (leer, escribir, hacer operaciones matemáticas básicas...) y servir como "ascensor social", haciendo que la cultura y la instrucción lleguen a toda España. Esta instrucción debería preparar "maestrías" o enseñanzas técnicas en algunos casos y ofrecer vías más académicas en otros, de tal forma que resulte útil a toda la población y permita una auténtica igualdad de oportunidades en toda la Nación, se nazca donde se nazca y con independencia de los medios económicos."


A mí me da igual lo que dijera Adam Smith o dejara de decir Condorcet. En lo que me fijo es en el falso argumento de que, si el Estado no interviene, no estará garantizado que sea la selección basada en el mérito y no en el dinero la que determine las oportunidades de futuro de cada alumno. Todos hemos conocido alumnos sin recursos económicos que han estudiado con becas. Incluso esas becas no tiene por qué darlas el Estado, o sólo el Estado, las pueden dar las propias instituciones académicas, fundaciones, empresas, como sucede en Estados Unidos. Una universidad, un colegio, una empresa... está interesada en el mérito y la capacidad, porque ello le será rentable, de una manera u otra, en el futuro.

Y concluye el liberal Vermoet:

"Finalmente, los liberales que creemos en España como Nación liberal, como espacio de igualdad y libertades ciudadanas por encima de etnias, religiones y nacionalidades, debemos defender la utilidad de la Instrucción pública nacional para garantizar la continuidad histórica de España y que la enseñanza de nuestra lengua y nuestra cultura llegue a todos, frente a los delirios nacionalistas que no hacen sino minar la igualdad de oportunidades."

O sea, que la finalidad de la educación pública no es otra, en realidad, que el adoctrinamiento. La educación para la ciudadanía, pero con otros contenidos. En realidad, así es cómo surgió la enseñanza estatal: para arrebatarle a la Iglesia la formación "espiritual" de los niños y jóvenes, que el Estado quería transformar en formación "ideológica", so pretexto, claro está, de extender la instrucción, etc., etc.

Dejemos que haya libertad para crear empresas educativas (empresas, cooperativas, fundaciones...), y demos verdadero derecho a escoger a los padres, retírese por completo el Estado de este ámbito, que no le incumbe, y en el que no es más que un elefante en una cacharrería, y dejemos que la sociedad por sí sola se organice como mejor quiera y sepa. Eso, sí, descontándonos los impuestos proporcionales y correspondientes.

Pero Vermoet no estará, no está, de acuerdo: con liberales así, ¿para qué necesitamos socialistas?

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Parón septembrino

Como han terminado las vacaciones y ha empezado el curso (exámenes, revisiones, evaluaciones, actas, programaciones, más y más reuniones...) más otros asuntos que no son del caso comentar aquí, tengo que anunciar un cierto parón en el blog. En julio y agosto me he mantenido al pie del cañón, justo es que ahora me tome un respiro. Pero volveré. O eso espero. Lo que no sé es cuando.

sábado, 29 de agosto de 2009

Babelia

Una cosa hay que reconocerle a Babelia cuando menos: que resiste, que no nos abandona, que no se va de vacaciones, como otros suplementos que en agosto nos dejan tirados.

Y además, en su última entrega, habla de un género poco (relativamente) cultivado en España: el de la biografía.

Aplausos. Y a ver si otros siguen su ejemplo...

lunes, 24 de agosto de 2009

Las dos mitades de la misma naranja

Me he pasado media vida siendo un izquierdista serio y aburrido. Creo tener, pues, ganado el derecho a pasarme la otra media siendo un divertido y gamberro reaccionario. En el fondo, disparo contra mí mismo. Y eso yo no sé si va a ser tan divertido.

domingo, 23 de agosto de 2009

Comentarios originales

Ha recibido uno en esta bitácora muchos, muchísmos comentarios, divertidos, originales, profundos, interesantes, aportaciones todas que han enriquecido este pequeño y humilde rincón de la blogosfera, que quizás sin ellos sería todavía más pequeño y humilde..., pero quizás ninguno tan original, y tan raro, como este que aparece en la entrada "Con el latín saldría más barato" (el tercero por la izquierda).

Imagino que el comentarista debe de tener muchísima razón en todo lo que que afirma, o niega, o pregunta.

(¿O me estará insultando ante media humanidad, esa a la que en vez de vivir en Occidente le ha dado por vivir en el Oriente?)

sábado, 22 de agosto de 2009

La autopsia de Antonio Machado

Véase la Revista Española de Patología.

Sin embargo, el autor del artículo, el Dr. Ruiz Liso (un interesante artículo suyo sobre el aborto, AQUÍ), no parece haber tenido en cuenta las declaraciones del propio Machado sobre su salud. El 2 de noviembre de 1930, por ejemplo, y no es la única alusión al asunto en su correspondencia, rigurosamente editada y anotada por Jordi Doménech, le escribe a Pilar Valderrama:

"Tengo que permanecer en Madrid hasta mañana por lo menos, para asistir a la clínica del Dr. Jiménez, que quiere hacerme un reconocimiento detallado. No estoy bueno, diosa mía. Sólo a tu lado me siento vivir intensamente, con olvido de todo. Sí, en esos momentos, soy feliz, fuerte, joven, sano... Después, empiezo a decaer, y a recaer en mi abatimiento. Pero ahora, quiero seguir tu consejo y hacerme reconocer seriamente, y proponerme hacer lo preciso para mejorar un poco la salud."

En esa misma carta, más adelante, confiesa que se conformaría con vivir dos años más, que son los que calcula le faltan para concluir su obra.

Y por cierto, ya que los restos de don Antonio están perfectamente localizados, no entiendo cómo no se le ha ocurrido a alguien exhumarlos y hacerles una necropsia. Bueno, no quiero dar ideas.

miércoles, 19 de agosto de 2009

El milagro del amor

El amor verdadero comienza cuando uno se da cuenta de que el amor de las criaturas no existe y que el ser amado no es más que un vaso de agua para nuestra inmensa sed otorgado por el azar en un encuentro fortuito o un tanteo aún vacilante de nuestro ciego impulso hacia lo infinito. Cualquier otro ser podría fácilmente sustituirlo porque para saciar la sed basta cualquier bebida, y con cualquier material se puede tallar un ídolo. La revelación es dura, pero de este bautismo en la verdad, inmensa y amarga como el océano, vemos resurgir, como una aparición que disipa las apariencias, un nuevo amor hacia las criaturas que ya no debe nada a la necesidad, al azar o a la mentira. Este amor es noble porque ha depurado y separado todos los elementos extraños, invulnerable porque pasa por encima de la muerte y único porque encuentra de nuevo en el ser amado la imagen pura del Dios creador. También aquí la inmortalidad comienza en la resurrección. Pero antes de resucitar hay que morir, y sólo después de aborrecer las cenizas de la nada se paladea el ser.

No amamos a alguien porque sea único, sino que, al contrario, llega a ser único porque lo amamos. Es el amor el que nos eleva a la existencia irreemplazable e inmortal. Es "fuerte como la muerte", porque nos libera como ella del tiempo y de las apariencias. Antes de amar y ser amados, no tenemos existencia verdadera: no somos más que una nebulosa de posibilidades confusas y casi anónimas. El amor nos entresaca de la masa informe y común, del vano torbellino de átomos intercambiables. El amor crea primero dos soledades y luego las une. Todos los bloques de mármol del mundo son más o menos lo mismo, pero cuando Miguel Ángel escoge uno, aunque sea al azar, para esculpir su sueño, a partir de ese instante todo azar queda superado y la forma de la estatua responde a una idea única de Dios eterno. Y la materia y la forma de la obra quedan unidas e inseparables para siempre.

El milagro del amor consiste precisamente en cambiar los elementos que otorga por el azar en dones de la Providencia, revelándonos, a través de las pruebas que van destruyendo todo lo mortal que hay en nosotros, el fulgor divino de un amor irreductible a todos los comunes denominadores de la materia y del tiempo. ¿Cómo llegaríamos a descubrir la inmortalidad escondida en nosotros si no gustáramos el sabor de la muerte?


[Gustav Thibon, Una mirada ciega hacia la luz. Reflexiones sobre el amor humano, Barcelona, Belacqua, 2005]

martes, 18 de agosto de 2009

Tentenecio y otras rúas

A raíz de esta entrada de José Manuel Benítez Ariza, se me ocurre que podíamos entretenernos formando un catálogo de calles con nombres raros y curiosos de España y otros países. Por ejemplo:

Tentenecio (Salamanca, España)


[Ya estoy oyendo a Ridao decir: "sí, pa entretenernos, como si yo no tuviese ya bastante entretenimiento con estos cuatro angelitos... y los versos, y el pinganillo..."]

lunes, 17 de agosto de 2009

Yo te enlazo si tú me enlazas...

... Pues, no. Por ejemplo, el poeta canario Bruno Mesa tiene enlazado mi blog en el suyo, Argumentos en busca de autor, pero yo no le tengo a él en el mío, y ni siquiera recuerdo haber puesto nunca ningún comentario en ninguna de sus entradas. Cierto es que lo leo, sí, pero a través de otro bloguero que sí que lo tiene enlazado.

Porque si uno tuviera que enlazar todos los blogs que visita....

Pero adonde voy: que esto de los blogs no es el botafumerio mutuo que muchos, o algunos, se imaginan.

viernes, 14 de agosto de 2009

La operación de leer (3 de 3)

Y es que la operación de leer exige siempre que el lector salga de sí mismo, que se aleje de sus certezas dogmáticas, de sus apriorismos y estrecheces y, abierto y humilde, se abra a la obra como la obra, libro abierto, se abre para él. No renuncia el lector, no debe renunciar, a sus convicciones o a sus gustos. Lo que debe es ponerlos en suspenso, es decir, escuchar silenciosamente, y con atención, lo que el libro le dice. Luego le tocará su turno para asentir o disentir, y en todo o en parte.

Pero, de todos los tipos de lectura que puedan describirse, no es la del crítico la que más me interesa, sino la del lector silencioso y anónimo. Ése que ha ido leyendo libros desde su infancia y adolescencia, a través de sus años maduros, y que se ha dejado herir por su belleza, contagiarse por su sabiduría o… inflarse con sus vanidades, locuras y disparates. Ese lector cuyo mejor retrato, acaso, será su biblioteca. Ese lector silencioso que sólo comenta los libros con sus amigos o con su novio. (Y digo novio porque lector lo he usado siempre no en sentido de masculino estricto sino de masculino genérico, o sea que, como aquí, puede ser también lectora y tener novio).

Ese lector, o lectora, ¿ha leído siempre los mismos libros, quiero decir, de parecido linaje y pelaje? ¿O han ido cambiando sus gustos con el tiempo? ¿Habrá aprendido algo, no habrá aprendido nada? ¿Cómo le han influido esos libros en su vida, y en qué? ¿Y cómo se fueron mezclando, en la probeta de su alma, esas lecturas? ¿Qué nuevo y extraño mejunje habrán destilado
? La operación de leer tiene aspectos mecánicos, rigores metódicos, parámetros observables, pero tiene también un misterio que nunca desvelaremos.

[Nota bibliográfica: artículo aparecido en El mirador de los vientos, núm. 3, 2008; hace poco me comunica su director, José Luna Borge, que la revista deja de publicarse por dificultades crematísticas; otro caído más, supongo, de la crisis económica. Habrá brotes verdes, yo no lo niego, pero también hay hojas, y hasta árboles, que caen. Pues que sirva de homenaje al caído.]

jueves, 13 de agosto de 2009

La operación de leer (2 de 3)

[Allan R. Banks, Story hour, s. XX]


Si hubiera que distinguir entre un lector pasivo y un lector activo, yo diría que el activo es aquel que expresa su opinión sobre lo leído, y esto lo puede hacer, bien como crítico o reseñista en un periódico, bien asentando un nota en su diario personal, o bien simplemente al comentar la lectura en una tertulia entre amigos. El pasivo sería, claro está, aquel que lee y calla. Pero aun así, no diría yo que fuese pasivo, sino sencillamente silencioso. Porque, ¿quién sabe lo que ocurre en el alma (en la mente, en el corazón…, dígase, si se quiere, en las entrañas) de alguien que lee Guerra y paz, Madame Bovary o la poesía de San Juan de la Cruz? ¿Qué metamorfosis secretas se obran? ¿Qué impresiones se graban? ¿Qué mundos se abren? Desde Aristóteles sabemos que el efecto de la literatura es la catarsis, pero lo qué no sabemos es medir ni calibrar ni graduar la catarsis. Cada persona es un mundo. Un mundo por descubrir. Un mundo que no descubriremos, del todo, jamás. Porque ni siquiera esa misma persona se descubrirá del todo a sí misma jamás.


Pero hay lectores parlantes, y hasta parlanchines. Esos lectores obligados a hablar, hasta por los codos, son los críticos. Hay diferencias, claro, entre el crítico de periódicos y el crítico académico, entre el crítico impresionista y el crítico erudito, entre el que escribe en efímeras hojas volanderas y el que redacta gruesos y sesudos tomos, pero todos tienen algo en común, o deben tenerlo, y es su condición de lectores. Nunca se insistirá lo bastante en que la primera condición de un crítico es que sea un buen lector. Y lector en la primera acepción del verbo leer. Soy un convencido defensor de la crítica militante, porque creo que la crítica o es valoración o no es nada, pero antes de interpretar, antes de valorar, hay que leer y saber hacerse cargo de lo que se lee. Tengo sobre mi mesa de trabajo, para que me sirva de permanente recordación y norte y guía de mis afanes, la frase de Gustav Lanson, el gran maestro de la filología positivista francesa, en que se resumían las tres fundamentales reglas del oficio: “Leer lo que el texto dice, todo lo que dice y sólo lo que dice.”

Parece sencillo, de sentido común, pero es menos sencillo y menos común de lo que parece. Anda uno atareado estos días con el estudio (crítico y parlanchín, of course) del teatro de los Machado, y no deja de llevarse sorpresas y decepciones, asombros y desencantos. No con este teatro, que piensa uno que es bien interesante, sino con las lecturas que de él se han hecho. Pase que los críticos, sin casi excepción, tengan por cosa asegurada y evidente, y poco menos que verdad eterna y revelada, que el teatro de siniestras marionetas y pobres muñecos de Valle Inclán es lo más plus, cumbre y cima de nuestro teatro novecentista. Esto es una preferencia, y cada uno tiene su alma en su almario, aunque al crítico le sea siempre exigible que razone sus gustos y exponga claramente sus inclinaciones y, si puede, las justifique. Pero antes de desembocar en la segunda acepción de leer (“entender o interpretar un texto de determinado modo”), hay que cumplir con la primera (“pasar la vista por lo escrito o impreso comprendiendo la significación de los caracteres empleados”). Y esto, que es lo que se exige a nuestros escolares (aunque sin mucho fruto, visto lo visto y según las estadísticas), no es mucho pedir que también sea lo primero que se exija a los críticos. Pero aquí es donde, inesperadamente, nos llevamos las primeras sorpresas. Como decía, anda uno enfrascado por estos días en la lectura del teatro machadiano, y lo primero que hace, después de leer atentamente los textos, es asomarse a la ventana a ver qué comentarios han suscitado en otros lectores parlantes. Y, también lo he dicho ya, se lleva uno inesperadas sorpresas. Pondré un solo ejemplo.

En 1928 estrenaron Manuel y Antonio su comedia Las adelfas. Hay en ella una mujer, Araceli, joven y viuda, que sufre alteraciones nerviosas, y que llama a un amigo suyo de la infancia, Carlos, que es médico, para consultarle. En los diálogos entre estos dos personajes sale al relucir el por entonces novedoso tema del psicoanálisis y el nombre del ya muy popular doctor Freud. De ahí los críticos, como en aguerrida legión, extraen que la pieza es una aplicación al teatro de la teoría psicoanalítica e incluso que el tal Carlos es un psicoanalista. Pero un pequeño detalle: en ningún momento de la obra se dice que Carlos sea psicoanalista, sino sólo médico, y médico, además, y esto sí que se afirma expresamente, que hace tiempo que no ejerce su profesión. Habla, pues, del psicoanálisis como pudiera hablar cualquiera medianamente informado. Y no habla, precisamente, en favor. Pero en todos los artículos, ensayos, libros… que conozco sobre Las adelfas se insiste una y otra vez en esto como clave de interpretación de la obra.

La obra habla por sí misma (y esto, me parece, era lo que estaba implícito en las tres reglas de Gustav Lanson), pero es que además no contradice, sino que se sigue de lo que los propios autores afirmaron reiteradamente. La actitud de Antonio Machado hacia el psicoanálisis fue siempre de reticencia, si es que no de clara oposición. En su Juan de Mairena dejará escrita esta desdeñosa alusión: “Los psiquiatras, sin embargo, pensarán algún día que ellos podrán saber de nuestras almas más que las viejas religiones aniquiladoras del amor propio, invitándonos a recordar unas cuantas anécdotas, más o menos traumáticas, de nuestra vida. ¡Bah!” Y ese “¡Bah!” ya nos lo dice todo. Los mismos autores, ahora los dos, Manuel y Antonio, se cuidaron de puntualizar la función del psicoanálisis en la obra y su valoración escasamente positiva del mismo en la “Autocrítica de Las adelfas” que publicaron en ABC: “Entre los personajes de nuestra obra figura un médico, que alude vagamente a las teorías de Freud, que conoce al dedillo, pero que no pretende exponer ni criticar. Tiene ideas propias sobre el mundo interior, algo anteriores a la boga del psicólogo austríaco. No tiene demasiada fe en el valor terapéutico del psicoanálisis. Lo estima, sin embargo, por su valor psicológico. Los autores sólo aceptan su utilidad para una dialéctica de teatro.” (Me he permitido destacar en cursiva las frases que me parecen más explosivas)

¿Cómo es posible que lectores avezados vean en el texto lo que no hay y, en cambio, no vean lo que hay? ¿Es que no han leído las obras? Sí, desde luego las han leído. Lo que ocurre es que leer es una operación menos mecánica de lo que supone la primera acepción del diccionario. La lectura es un diálogo entre el alma del texto y el alma del lector. Un diálogo casi siempre silencioso, pero que a veces, cuando el lector es un crítico, se deja también por escrito.

Ningún lector es pasivo. Tiene su personalidad, sus prejuicios, sus intereses, sus gustos o disgustos. Y, a veces, sólo escucha lo que le conviene, lo que quiere oír, haciendo oídos sordos al interlocutor, como los malos conversadores de tertulia de casino (ahora radiofónicas). Pero la operación de leer no se agota en el diálogo entre el texto y el lector, sino que pide continuarse, y acaso modificarse, en el diálogo del lector con otros lectores, anteriores o contemporáneos. Acaso la lectura no sea algo bipolar, sino algo más bien de estructura triangular. De la confrontación de unas lecturas con otras, de unas interpretaciones, y de unas impresiones, con otras, y de todas ellas con el texto de nuevo, saldrá una llama más viva que arroje luz, más luz, sobre lo que el texto dice pero no veíamos. Leer es, pues, iluminar. A condición, quizás, de que el propio lector no sea ya un iluminado. O sea, un enterado. O sea, alguien que crea que está ya al cabo de la calle.

lunes, 10 de agosto de 2009

La operación de leer (1 de 3)

[Renoir, La lectora, 1875]


La pobreza de nuestro lenguaje consiste en que no contamos con una palabra para cada cosa. Y por eso, casi siempre, la misma palabra vale igual para un roto que para un descosido y, cargada de ambigüedad y de polisemia, la echamos a rodar por el ancho mundo vago de vagas sombras platónicas. Amor, por ejemplo, es palabra multidireccional, que no sólo no significa sino que ni siquiera suena igual según quién la pronuncie, y según en qué circunstancias. En general, las grandes palabras, como justicia, libertad, progreso, Dios… necesitan, para ser explicadas y concretadas, no ya una entrada en el diccionario o en la enciclopedia, sino de gruesos libros y hasta de vastas bibliotecas para perfilar su sentido y reducir o delimitar su alcance, su verdadero y proteico y escurridizo significado.

Lo mismo ocurre con la palabra leer. Un verbo éste, leer, que aparentemente no ofrece mayor dificultad para poder acotar su significación.

Pero ya, en el diccionario mismo, empiezan las dificultades. Prescindiendo de los sentidos figurados, como “leer la palma de la mano” o “parece que me has leído el pensamiento”, nos encontramos con la primera acepción recta: “Pasar la vista por lo escrito o impreso comprendiendo la significación de los caracteres empleados”. ¿Es eso leer? Claro. Lo que pasa es que leer es, o puede ser, bastante más que eso. La definición del diccionario vale para cualquier texto impreso, lo mismo el Quijote que el manual de instrucciones de la lavadora o el prospecto explicativo de un fármaco. Es una definición mecánica y superficial, y también una definición insuficiente, porque, aparte de dejar fuera a los ciegos, que no pasan la vista sino los dedos, ¿qué querrán decir con eso de “la significación de los caracteres empleados”? ¿Que se entienden las letras juntas, o sea, que la m con la a, ma? ¿Que se entienden las palabras? ¿Las frases? ¿El texto en su totalidad de intención? ¿Y hasta qué punto se comprende el texto y cómo se puede medir el grado de comprensión que alcanza un determinado lector? Supongo que aquí entra la variante que pudiéramos denominar “dificultad objetiva del texto”. Habrá textos sencillos, transparentes, porque apenas contengan ninguna dificultad léxica, sintáctica o conceptual. Otros, por el contrario, resultarán difíciles, como la Fenomenología del Espíritu, la Crítica de la Razón Pura, el Ulises de Joyce o el Polifemo de Góngora. O, por poner ejemplos más actuales, cualquier poema de Gamoneda o de Olvido García Valdés.

La dificultad objetiva del texto no es cosa baladí, sobre todo cuando se trata de la cuestión de la lectura en la enseñanza. Ahora sabemos, según nos advierten informes y estadísticas de organizaciones internacionales, que nuestros estudiantes apenas si comprenden lo que leen. Pero habría que saber qué leen, es decir, cuán fáciles o difíciles son los textos que se les dan a leer. Por lo que uno va viendo en las aulas, que para eso es del gremio, cualquier novela de la generación del 98 se les hace ya cuesta arriba a nuestros adolescentes (a un no pequeño número, por lo menos), y se quejan, se me quejan, de que les hago leer cosas muy difíciles y antiguas. De leer el Cantar de Mio Cid en su texto original, por supuesto, ni hablamos. Veo que cada vez más profesores de eso que un día se llamó enseñanza media, y que ahora no es más que una enseñanza primaria con pretensiones (y con pocos resultados, claro: para este viaje no hacían falta alforjas) se inclinan por los clásicos modernizados o arreglados en versiones jibarizadas e incluso por la “literatura juvenil”, sea eso lo que sea. Yo, por el momento, resisto. Y no soy el único.

Pero no siempre la dificultad objetiva del texto es el único obstáculo que se levanta ante el lector. Porque leer, según el diccionario, presenta otra acepción: leer es también “entender o interpretar un texto de determinado modo”. Es decir, que leer, sobre todo cuando de un texto humanístico o literario se trata, supone interpretación y crítica por parte del lector. El lector no es pasivo, no es tabula rasa, sino alguien que descifra, relaciona, coteja, re-crea de algún modo el texto. Julio Cortázar puso de moda la abracadabrante distinción entre el “lector hembra” y el “lector macho”. Luego, ante las airadas protestas de las feministas, y ante las sordas sonrisas de los que saben, tuvo que cantar la palinodia. El lector hembra era aquel que quería simplemente que le contaran una historia, y dejarse seducir, embrujar, raptar por ella. En cambio el lector macho (se supone que el lector ideal de la cortazariana Rayuela) era aquel que recreaba el texto, lo construía y era así algo como coautor. Ni que decir tiene que Cortázar no hacía más que hacerse eco de las novedades parisinas del estructuralismo y la deconstrucción, cuyas luminarias más célebres, por más osadas, fueron Foucault y Derrida.


(To be continued)

Antonio Machado y la masonería


[Viñeta cortesía de Canalsu]

Ya hablé en otra ocasión del asunto, y no quiero ser pesado. Pero me insiste Miguel d'Ors en que sí, en que don Antonio era todo un masonazo. Vaya por delante que a uno tanto le da que lo fuera como que no. Busquemos la verdad, nos plazca o nos incomode, y coincida o no con nuestras previsiones o nuestros deseos. Aquí es lo que nos interesa, nada más.

La especie de que don Antonio pertenecía en 1930 a la logia madrileña "Mantua" la lanzó en un artículo publicado en la revista "El sol de la fraternidad" (que se publicaba en Nueva York) en 1957 el historiador coruñés don Emilio González López, entonces exiliado y profesor en la City University of New York.

De ahí, y sólo de ahí, de ese artículo, salen todas las demás referencias: la de Joaquín Casalduero en su libro Antonio Machado, poeta institucionista y masón (1964) y la de todos los que la han repetido o dado por buena.

Pero véase lo que dice Paul Aubert en su artículo "Gotas de sangre jacobina": Antonio Machado republicano (en el libro Antonio Machado hoy (1939-1989), Madrid, Casa de Velázquez, 1994, pp. 309-362):

"González López indica que el poeta hubiera ingresado en 1930 en la logia Mantua pero no precisa cuándo lo hubieran iniciado, cuál hubiera sido su nombre simbólico, qué grado alcanzó, ni proporciona otro tipo de prueba. El nombre de Antonio Machado no figura en el fichero de la logia Mantua, y en los demás ficheros de la masonería no hay huella de su posible adhesión a la Gran Logia Española, ni de su vinculación a cualquier logia."


Aubert, que dice haber consultado la base de datos del Centro de Estudios de Historia de la Masonería Española (CEHME) de la Universidad Carlos III, concluye:

"Las reglas para ingresar en la masonería son las siguientes: petición del interesado, votación de los miembros con bolas blancas y negras, rito de iniciación. Sólo después de esto se puede asistir a las asambleas. De Machado ni siquiera hay huella de que haya querido ser iniciado. Mientras no aparezcan estos datos (y donde podrían estar no se han encontrado) la eventual pertenencia de Machado a la masonería sólo puede pensarse en términos de coincidencia cultural y política. Si no cabe dudar de la filantropía de cualquier masón, es difícil deducir de ello que cualquier filántropo sea masón."


Yo, por mi parte, no quiero añadir nada más. Al menos, por ahora.

sábado, 8 de agosto de 2009

La edad de la inocencia (Solución)


Debe de ser la procesión de María Auxiliadora. El señor que porta la bandera de Don Bosco, con los colores de la bandera nacional, es mi padre. Pero, ¿cuál de los tres niños soy, digo, más bien, era, yo? La pregunta es difícil. La solución, el lunes.

... Y hoy lunes, la solución, en los comentarios.

martes, 4 de agosto de 2009

Un soneto de Quevedo que no es de Quevedo

[Corot, Vista del Tíber y castillo de San Ángelo]

Todos admiramos el célebre y memorable soneto de Quevedo titulado "A Roma sepultada en sus ruinas":

Buscas en Roma a Roma ¡oh peregrino!

Y en Roma misma a Roma no la hallas:

Cadáver son las que ostentó murallas,

Y, tumba de sí proprio, el Aventino.

Yace, donde reinaba, el Palatino;

Y limadas del tiempo las medallas,

Más se muestran destrozo a las batallas

De las edades, que blasón latino.

Soló el Tíber quedó cuya corriente

Si ciudad la regó, ya sepoltura

La llora con funeste son doliente.

¡Oh Roma!, en tu grandeza, en tu hermosura

huyó lo que era firme, y solamente

lo fugitivo permanece y dura.


Pero ocurre que este soneto de Quevedo no es de Quevedo, sino una versión de un poema latino escrito en la segunda mitad del XVI por Janus Vitalis Panormitanus (o sea, Giovanni Vitali de Palermo):


Qui Romam in media quaeris novus advena Roma,
Et Romae in Roma nil reperis media,
Aspice murorum moles, praeruptaque saxa,
Obrutaque horrenti vasta theatra situ:
Haec sunt Roma. Viden velut ipsa cadavera, tantae
Urbis adhuc spirent imperiosa minas.
Vicit ut haec mundum, nixa est se vincere; vicit,
A se non victum ne quid in orbe foret.
Nunc victa in Roma Roma illa invicta sepulta est,
Atque eadem victrix victaque Roma fuit.
Albula Romani restat nunc nominis index
Quinetiam rapidis fertur in aequor aquis.
Disce hinc, quid possit fortuna; immota labascunt,
Et quae perpetuo sunt agitata manent.

El poema de Vitali alcanzó tanta fortuna, que al menos conocemos once versiones en cinco lenguas distintas. Una de las más célebres, y anterior a la de Quevedo, es la de Joachim du Bellay (1522-1560):

Les Antiquités de Rome

Nouveau venu, qui cherches Rome en Rome
Et rien de Rome en Rome n'aperçois,
Ces vieux palais, ces vieux arcs que tu vois,
Et ces vieux murs, c'est ce que Rome on nomme.

Vois quel orgueil, quelle ruine : et comme
Celle qui mit le monde sous ses lois,
Pour dompter tout, se dompta quelquefois,
Et devint proie au temps, qui tout consomme.

Rome de Rome est le seul monument,
Et Rome Rome a vaincu seulement.
Le Tibre seul, qui vers la mer s'enfuit,

Reste de Rome. ô mondaine inconstance !
Ce qui est ferme, est par le temps détruit,
Et ce qui fuit, au temps fait résistance.

Uno observa estas cosas y se pregunta: ¿En qué diablos consiste la originalidad? Y se responde, después de mucho pensarlo, no crean, que cualquiera sabe.


lunes, 3 de agosto de 2009

La estación de los pobres (o el verano hace más de un siglo)

Muera Marta y muera harta.

La providencia, que así vela por los lirios de los prados y por los insectos que no hilan ni tejen, como por los pájaros que se pierden de vista por los aires, las truchas que nadan entre dos aguas en los ríos y los poderosos de la tierra, que huyendo de los ardores del estío se marchan con la música y los cuartos a otra parte, ha dispuesto en su infinita e insondable sabiduría que lo pobres tengan también una estación del año para ellos: el verano.

El verano es, en efecto, una estación democrática por excelencia: inaugurado con la popular verbena de San Antonio de la Florida, célebre en Madrid, y festejada con las poéticas e inolvidables veladas andaluzas de San Juan y San Pedro, de Santiago y Santa Ana, el verano es la estación de la clase jornalera, un oasis en su azarosa vida. Durante esta época, en que florecen los nardos y la albahaca, y en que los blanquísimos jazmines, asomándose por entre las enredaderas y las parras cargadas de racimos, entonan un himno de alabanza a la Naturaleza y murmuran palabras de cariño en los oídos de los enamorados, enviándoles en forma de esencias embriagadoras, billetes amorosos que la pluma mejor cortada no acertaría a transcribir, el pueblo vive...

Dicen que allá, en el extremo Sur de la Península, en las fértiles comarcas de Andalucía, donde un sol casi africano despliega indomable pujanza, existen pobres segadores que con el cuerpo inclinado, la hoz en la mano, con la piel seca y echando fuego, jadeando muchas veces de sed y sintiendo sobre la irritada piel el aguijoneo constante de la raspa de la espiga que le provoca y desespera, punzándole en el pecho, y en la mano, y en los ojos, y en las mejillas para mayor insulto, sin una brisa de aire que respirar, caen, para no levantarse, asfixiados de calor, entre las rubias mieses, que, conducidas en carros en pintorescas gavillas, han de servir luego de fúnebre cortejo al infeliz obrero que, por llevar un pedazo de pan, no siempre blanco, a sus infelices hijos, ha sucumbido al pie de las que unos siembran, labran, siegan y recogen, para que otros coman.

Las máquinas, redimiendo al obrero, llegarán a reparar estas injusticias, y el despiadado sol, esclavizado al hombre, ejecutará sumiso y obediente, uncido a la máquina, el trabajo que un obrero inteligente, cómodamente recostado en la sombra, le ordenará hacer en desagravio de la crueldad que desplegó para con sus hermanos.

Mientras llega este día, lejano, sí, pero no remoto ni con mucho, cuando leáis en los periódicos la noticia de los segadores que mueren asfixiados de calor, apartad la vista de esos renglones, y fijadla en los bailes, saraos e inocentes juegos con que se recrean los aristocráticos concurrentes a Biarritz, a Mónaco y a Baden Baden.

¡Qué hermoso es el verano! ¡Qué pintoresco está un mercado en esta época! Las plazas de abasto parecen en esa época verdaderas exposiciones de pinturas modernas. ¡Qué vigor en los contornos, qué pureza en las líneas, qué corrección en el dibujo, qué calor en los tonos, qué verdadero poema de colorido, que diría un crítico. Allí el verde pimiento y el encendido tomate, la negra breva y la pálida manzana, se hallan confundidos con la obesa y encarnada sandía, abierta en dos mitades, y el riquísimo melón con la pequeña cala que muestra un interior de amarillo mate, de ese amarillo magnolia que recuerda el amarillo distinguido anémico, revelador casi siempre de una aristocracia tan rica de dinero como pobre sangre; allí, todos lo colores que el pintor combina en su paleta tienen en alguna fruta, planta o legumbre, adecuada representación. Sin embargo inútil es decirlo, los colores vivos predominan. Lo intenso del calor excita hasta a la naturaleza inanimada que se muestra en esa estación insolente y provocativa.

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¡Qué bien come el pueblo en el verano! ¡Qué panzadas de agua se echa al coleto para solemnizar la fiesta! Nada menos que medio botijo de una sentada vi beberse una vez a un albañil, después de comerse, cruditos y como los produce la mata, dos tomates que metían miedo y un pepino de regular calibre. ¡Qué ensaladas de pimientos más apetitosas las que hacen! ¡Qué tajadas de sandía las que se engullen! ¡Qué racimos de uvas, más negras que su negra fortuna, las que se meten entre pecho y espalda! El verano es la época en que lo pobres comen algunas veces y casi viven; en un periquete fraguan una comida en estos tiempos; el sol, tan cariñoso con los suyos, se encarga de alumbrar desde más temprano y apagar las candilejas mucho más tarde; él se encarga también, gratuitamente por supuesto, de hacer innecesario el combustible: ¿qué le importa al obrero que en verano el cobertor tenga media vara más o media vara menos? La sombra de los árboles en calles y paseos le ofrece en las horas de la siesta cama, no diré blanda pero sí espaciosa. El verano es decididamente una gran época para los que en invierno no tienen combustible ni luz ni abrigo, ni aun los recursos necesarios para “comer caliente” en la mayor parte de los casos.

A estas ventajas innegables oponen los descontentadizos algunos reparos: el verano es ocasionado a cólicos y tabardillos; estas dos enfermedades y las epidemias hacen más estragos por lo común en la clase obrera que en las clases mejor alimentadas y preservadas de los rigores del sol. No sólo en los campos, sino en las ciudades, la clase de albañiles, especialmente, resiste todo el día el sol cayendo a plano sobre su cabeza; a las doce en punto, y cuando ya los dueños consideran que, por la posición del sol en el meridiano, el trabajador más rudo ha podido aprender de un modo práctico el modo de echar la plomada para que los muros salgan perpendiculares, los albañiles descansan un par de horas, para volver, repletos de tomates y pimientos y agua de Lozoya, a la pesada faena de apisonar la tierra o colocar el ladrillo.

Los pobres tienen, pues, dos estaciones al año. El invierno, en que se mueren “sin comer”, y el verano, en que suelen morir por comer mal. Entre una y otra estación, yo creo, como ellos, preferible esta última, pues, siquiera sea de cosa tan insustancial como los tomates y los pimientos, al cabo, al morir, podrán llevarse el consuelo al otro barrio de aquella piadosa mujer que, viéndose víctima de una indigestión, exclamaba: Muera Marta y muera harta.


(Antonio Machado y Álvarez, Obras completas, edición de Enrique Baltanás, Sevilla, 2005)



viernes, 31 de julio de 2009

Humor y haiku

Nieve en las cumbres.
Pintada en tu abanico,
cuánto sofoco.

*

Polvos de arroz
sobre tu cara rosa.
Nieve en la hoguera.

*

Ya no se escriben
los haikus en Japón.
Sino aquí en Coria.

jueves, 30 de julio de 2009

Antropofagia

La razón, cuando se alimenta sólo de sí misma, se vuelve salvaje: practica el canibalismo.

miércoles, 29 de julio de 2009

martes, 28 de julio de 2009

Los títulos que envidio

Mi pecado capital no es la envidia. Otros peores tengo. Pero a veces la da a uno envidia, en realidad, admiración, de algunas cosas.

Por ejemplo de los títulos. ¿Nobiliarios? No, librescos.

Por ejemplo, La razón y otras dudas, de José Mateos. Pedazo de título.

Por ejemplo, Autorretrato de desconocido, de José Luis García Martín. Jo.

Amarillo me pongo.

domingo, 26 de julio de 2009

Vanguardia y autorrepresión: el extraño caso de Leopoldo Panero


La moda es el fenómeno mimético por excelencia. Se habla incluso de la dictadura de la moda. Y hay modas de todo tipo: la del vestido, la de las costumbres, la de las mentalidades, las poéticas... Porque también en poesía hay modas y tiranías.

La tiranía de la moda, su presión, puede llevarnos incluso a apartarnos de aquello que más íntimamente sentimos o deseamos, a engañarnos a nosotros mismos, a reprimir nuestros propios propósitos o castigar nuestras propias convicciones.

En la España de los años veinte y treinta, la moda, en poesía, era la de la deshumanización, la de la pureza geométrica, la de la química destilada de las metáforas. Por supuesto, Antonio Machado estaba démodé. Los jóvenes no lo tenían por maestro, sino como una especie de abuelito venerable. Un valor amortizado.

Uno de estos jóvenes era Leopoldo Panero. Su caso nos lo cuenta Araceli Iravedra en uno de los libros más esclarecedores sobre la post-vida poética de Antonio Machado: El poeta rescatado (Biblioteca Nueva, Madrid, 2001):

... el joven Panero, sometido a los tiránicos vaivenes de las influencias, de los sucesivos manifiestos teóricos, de las mil y una posturas personales y credos poéticos, se vio abocado a la contradictoria práctica de escrituras simultáneas y, en último término, a relegar al anonimato los frutos de sus más auténticas inclinaciones creativas. Así fue como, mientras por los primeros años treinta Panero iba publicando en las revistas de avanzada poética composiciones de carácter "verbalista", de acuerdo con el último grito de las más actuales estéticas puras, escribía de forma un tanto clandestina una poesía de retorno a lo humano, de vuelta al sentimiento, de regreso a los temas líricos tradicionales y eternos: el amor, la muerte, la tierra y el paisaje de España.
(Las cursivas corresponden a "Unas palabras sobre mi poesía", del propio L. P.)


De hecho, los Versos al Guadarrama no se publicaron hasta 1945, y aun así fragmentariamente, en una revista.

Y en la conferencia "Unas palabras sobre mi poesía" se refirió el propio Panero a un artículo suyo sobre don Antonio que había publicado en El Sol el año 31, y del que dice que en él se vio obligado a alejarlo en el tiempo y en el espacio, como si ya estuviese muerto, como si se tratara de un clásico, al que, como tal, no era pecado de leso vanguardismo enaltecer y admirar. El artículo se titulaba significativamente "Antonio Machado en la lejanía".

Sí, la tiranía de la moda puede conducir hasta la autocensura. Y, por supuesto, al disimulo.

Pero, por último, fijémonos en otra cosa sobre la que próximamente hemos de volver: la recuperación o rescate de Antonio Machado por parte de del grupo de la revista Escorial -Dionisio Ridruejo a la cabeza- no fue sólo de intención política (aunque también) sino, y fundamentalmente, estética.

Como lo resumió Aquilino Duque en un número de la revista Ínsula de 1965:

A los escritores aparecidos en torno a 1936 cabe la honra de haber vuelto los ojos a Unamuno y a Machado, padres de la poesía española contemporánea. Consiguientemente, la poesía se elevó a Dios y se abrió al prójimo y se devolvió su valor al hombre concreto, a la palabra temporal, a la realidad vivida frente a la realidad inventada. Se procedió entonces a la rehumanización del arte.


Claro que "vueltas a Machado" ha habido varias desde entonces. Y no todas de legítimo valor. Pero, ya digo, volveremos.

jueves, 23 de julio de 2009

Entradas de verano

Al hilo, y al margen, de los días, va uno escribiendo más que nada repentinas ocurrencias, leves apuntes, prosaicas y hasta poéticas acotaciones en la bitácora. Pero ahora, en verano, cuando la mar parece estar más encalmada, es precisamente cuando podríamos asentar anotaciones más largas y pausadas, cosas que uno ha ido postergando precisamente... para el verano, este verano breve y velocísimo de los adultos -ay, aquellos veranos cuasi eternos de la infancia- pero que, con todo, da para algo más que el apremio y las prisas del curso. Adelanto aquí los títulos de próximas entradas (o salidas, de tono digo), más que nada para obligarme a mí mismo a escribirlas, para contraer un compromiso. Que espero poder cumplir. Aunque... no niego que llevo prisa:

* Sorpresa y misterio de Valtanás

* Carta abierta a Abel Feu sobre poesía andaluza

* Los poetas tardíos

* Secuestro y liberación de don Antonio Machado

* Algunos enigmas en torno a los Machado

* Juan Ramón Jiménez, poeta de la Institución

* La enemiga del socialismo al automóvil

* Por qué Franco no pudo ser De Gaulle ni Suárez tampoco o misterios de la transición española

* Para una historia de los convertidos españoles y continuación de la de los heterodoxos

* Repúblicas monárquicas y monarquías republicanas

* Vanguardia y autorrepresión: el extraño caso de Leopoldo Panero


P. S.: Continuará. Ah, y las entradas no se publicarán necesariamente por este orden.

miércoles, 22 de julio de 2009

Al cumplir cincuenta años

Mi medio siglo se os confiesa entero

en sólo cuatro versos y una estrofa:

parece que estoy vivo, aún no me muero,

y oteo la mar aún desde mi cofa.


[Recuérdese que el poeta es un fingidor y que el poema, lejos de ser confesión estrictamente autobiográfica, es siempre algo puesto en boca de alguien. O sea, que nadie me felicite hoy, que nada de particular celebro]

lunes, 20 de julio de 2009

Escritores locales: Fernando Pérez Marqués


Me emocionan los escritores locales, no lo puedo remediar. Escritores locales los hay buenos y los hay malos. Como también hay grandes autores malos, Joyce pongamos, o Camilo José Cela, ese actor de segunda que escribía novelas de tercera.

Ahora, ¿qué es un escritor local? ¿El que sólo aprecian en su pueblo? ¿El que no logra traspasar esos límites? ¿El que sólo hay que leer, como las guías de viaje, cuando uno se dispone a visitar, o a recordar, en la realidad o en la imaginación, un lugar extraño para nosotros?

El escritor local es monotemático, habla del terruño y sólo del terruño. Pero ese terruño puede ser modesta villa o capital y corte. Puede ser Moguer, Urueña o Arcos de la Frontera, o Roma o París o Venecia...

La Editora Regional de Extremadura publica De Extremadura. Cuatro esquinas de atención, de Fernando Pérez Marqués (1919-1993). Son cuatro ensayos que hablan de Extremadura en Azorín, que trazan un semblanza de Godoy, que sitúan a Pedro Crespo, el alcalde de Zalamea, en su contexto extremeño, que nos ofrecen, en su último capítulo los "Trasuntos literarios de Mérida".

Pérez Marqués era un imitador del fraseo azoriniano, y a veces da la impresión de que estuviésemos leyendo al mismísimo maestro de Monóvar. Pero imitar lo bueno no puede ser nunca malo. Y cuánto amor por la tierra, por la patria chica, por eso, sí, que ya hemos mencionado, por el terruño, por su paisaje, su historia, su paisanaje.

Pérez Marqués es un escritor escondido, recoleto, como una callejuela de Plasencia o un convento de Mérida. Pérez Marqués nos recuerda esa verdad olvidada, que España son sus pueblos, que los pueblos son la realidad visible de la patria.

Escritores locales... escritores que merece la pena localizar.

domingo, 19 de julio de 2009

Con el latín saldría más barato

El 40 por ciento del Presupuesto anual del Parlamento Europeo se dedica a financiar el coste del sistema de multilingüismo y eso supone un gasto diario de 2,2 millones de euros.

(ABC, martes, 28 de septiembre de 2004).

jueves, 16 de julio de 2009

Conclusión




El mundo no tiene arreglo
porque el hombre no lo tiene;
sin saber adónde va,
ignora de dónde viene.





martes, 14 de julio de 2009

La poesía de Víctor Jiménez

Víctor Jiménez reúne su poesía en un volumen editado en la colección Calle del Aire de la editorial Renacimiento: El tiempo entre los labios. Antología, 1984-2008 es su título.

El libro plantea un problema, digamos, teórico: no aparece ordenado según cronología, no se cita la procedencia de los poemas. Si no fuera por la contraportada, ni siquiera sabríamos que Víctor Jiménez ha publicado anteriormente seis libros de versos. El lector puede considerar éste un libro nuevo, o un libro de libros, o una ordenación nueva de la poesía de Víctor Jiménez.

No es mala idea. En la novela, la unidad es la novela, como en la comedia, la comedia. Pero en la poesía, la unidad es el poema. El autor, o el antólogo, tiene derecho a escoger los que prefiera, y a ordenarlos según nuevo criterio, no necesariamente en orden cronológico. Pero, quizás, no hubiera estado de más citar la procedencia, a pie de página o en nota aparte.

Sea como fuere, ya digo, lo que vale es el poema, cada poema, como este que hace honor al título del libro, y que no puede ser más oportuno ahora que hemos llegado a este "Fin de curso":

Se apagaron las aulas, los pasillos,
el griterío en la cafetería,
la lumbre oculta de los cigarrillos...
Se olvidaron los temas de memoria,
la Física, el Inglés, la Geografía...
Historia es ya también la misma Historia.
Y el mes de junio. Y las evaluaciones.
Tan sólo el tiempo sigue cada día
dictando, una por una, sus lecciones.

Leída de otra forma, en otra disposición, en otro orden, la poesía de Víctor Jiménez nos sigue emocionando con sus sabias lecciones sobre esa otra asignatura que jamás se estudia en clase.

domingo, 12 de julio de 2009

¿Estado residual?


Sienten muchos, y no pocos lo afirman en voz alta, que el español se ha convertido en un Estado residual, al que le es ya poco menos que imposible cumplir con sus funciones.

No creo yo que la expresión sea acertada, porque no describe bien el fenómeno real. En el Estado autonomizado (o lobotomizado), el Estado no ha disminuído sino todo lo contrario. A las ya amplísimas funciones que progresivamente se ha ido arrogando en los últimos dos siglos, ha añadido otras y otras y otras... Ya no se nos mete sólo en los bolsillos, sino en la mesa, diciéndonos lo que tenemos que comer o que beber, en el coche, y hasta en la cama, diciéndonos con quien podemos o no podemos compartirla (con alguien de tu propio sexo, sí; pero de otra especie, de momento, no). Y por si no fuera bastante, el Estado pretende metersenos en nuestra conciencia, como un chip alojado en el cerebro descargando periódicamente impulsos magnéticos de educación para la ciudadanía.

Todo esto es, por supuesto, discutible. Lo que no admite discusión son los hechos y las cifras: aumento imparable del número de funcionarios, duplicación de servicios inservibles, crecimiento desaforado de la deuda, presupuestos cada vez más elefantiásicos.

No, no vivimos en un Estado residual, sino en un Estado de excrecencia creciente, un Estado neoplásico a punto de metástasis.

Lo que pasa es que la hidra de las siete cabezas ha mutado en la hidra de las diecisiete, si es que no dieciocho, contando el gobierno "central" (ante nacional). A ese repugnante espectáculo de bocas hambrientas asistimos estos días de reparto nada igualitario.

No vivimos en un Estado residual, ojalá, vivimos en un Estado atomizado, multiplicado en diecisite átomos que esperemos no estallen algún día. Aunque lo que yo espero, la verdad, es que los que estallen sean los españoles. Que algún día se les acabe la paciencia, o se les caiga la venda de los ojos...

Es mucho esperar, sí.

sábado, 11 de julio de 2009

La aljofifa

Hay palabras mágicas que tienen la virtud de disparar un misterioso resorte en nuestras mentes. Palabras llave, que abren una puerta chirriante y desvencijada que nos franquea el paso a una estancia mucho tiempo cerrada, en la que no entrábamos desde hacía mucho tiempo.
Una de esas palabras mágicas es la palabra aljofifa. Escribe uno aljofifa (pronúnciese algofifa), y la memoria se le vuelve a uno muchos años atrás y ve, en la borrosa y a la vez nítida pantalla del recuerdo, un patio rodeado de macetas de aspidistras y geráneos, un zaguán, una sala y una alcoba, un cuarto de camilla... y aproximando el zoom (pronúnciese zum) de la memoria ve uno ladrillos de taco, baldosas de barro, suelos de holambrilla... Y sobre ellos ve unas mujeres arrodilladas, con un cubo de zinc a la diestra y un taco de jabón verde, y un estropajo a la siniestra. Estas mujeres reposan sus rodillas sobre un cajoncillo de madera, cuya dureza amortigua un trozo de bayeta o un cojín, y refriegan con brío, una y otra vez, con un paño de lana basto de color grisáceo, el suelo ante el que permanecen genuflexas. Este paño de lana basto de color grisáceo es la aljofifa. La humilde, la húmeda, la retorcida y sobada aljofifa.

La aljofifa nos sigue abriendo puertas en el sobrado (pronúnciese soberao), al que hemos mandado los tratos inútiles del pasado, los viejos enseres del recuerdo. Y allí están los braseros de cisco picón, las alambreras que nos protegían de sus brasas, las badilas de echar la firma y de echar también, de vez en cuando, si la ocasión lo requería, miradas clandestinas. Allí también la tina de los baños semanales, las orzas de barro para guardar las aceitunas aliñadas, las cántaras de aceite, las palmatorias para cuando se iba la luz eléctrica, la enorme radio con las lámparas y la cretona cubiertas de polvo, la carrucha del pozo, el aguamanil del dormitorio y los anafres de la cocina... Todas estas piezas del ajuar doméstico y otras que ahora no vemos porque deben de estar ocultas en alguna otra estancia del recuerdo constituyen, constituían, el paisaje hogareño de la aljofifa.

La aljofifa era cosa de mujeres. Parecía que para restregarla por el suelo y luego mojarla en el cubo y retorcerla con las manos había que tener un tacto femenino, no exactamente delicado, pero sí femenino. Ver a las mujeres arrodilladas, dando esos meneos para exprimir el agua de la aljofifa, era todo un espectáculo que nada tenía que envidiar en éxtasis y ensueño a muchos sex-shows (pronúnciese sehchou) que, luego hemos padecido. El compás de la aljofifa marcaba el rítmico movimiento de los senos entrevistos, de las caderas dibujadas sobre el delantal, de las nalgas prietas de la mujer de pueblo, de las pantorillas firmes que se descubrían al alargarse la mujer para alcanzar más lejos con su aljofifa. Cuántos hijos de buena familia no habrán perdido la cabeza y algo más con la contemplación de una buena moza manejando hábilmente su aljofifa. Cuántos no se habrán torturado con la expectativa de las penas eternas del infierno:

—Padre, me acuso de que esta tarde, al ver a la criada fregando el suelo, he tenido malos pensamientos.

—¿Sólo pensamientos?

—Sí, padre, por desgracia sólo pensamientos (lo de 'por desgracia' se entiende que es pensado, no dicho).

Para los varones puede que aquello fuera una visión deleitosa, pero para las mujeres era una trabajera enorme. Ya venían encorvadas de la colada, de refregar en la pila del corral, de hervir la ropa blanca en el fogón, y ahora tenían que arrodillarse y hundir sus manos en el agua fría.

Pero un día estas mujeres gracias a un inventor español se pusieron de pie, y ya no han vuelto a arrodillarse más. Era, años sesenta, la fregona. Al inventor de la fregona habría que levantarle un monumento. Pero, lo que son las cosas, ni siquiera sabemos su nombre. Uno tiene leído, sin que ahora sepa exactamente dónde, que era español, militar del Arma de Aviación, pero ignora por qué caminos llegó a ocurrírsele la idea. Por lo que siente uno verdadera satisfacción es porque esta contribución a la alta tecnología doméstica luzca legítimamente autoría española.

En cambio, como aficionado a las cosas del lenguaje, aficionado nada más, lo que uno siente es que la fregona haya encerrado en el baúl de los arcaísmos inútiles este vocablo de hondas resonancias andaluzas: aljofifa (si se es andaluz, pronúnciese algofifa). Cosas del progreso. Tal vez haber llamado a la fregona aljofifa a distancia o aljofifa telescópica hubiera sido pasarse. Así está bien.

La aljofifa era cosa de mujeres. En cambio, la fregona es completamente unisex. A mí me gusta la aljofifa, esa palabra tan evocadora, sobre todo cuando escribo artículos nostálgicos. Pero, lo confieso, cuando me toca fregar el piso de mi apartamento, prefiero la fregona.


(El Correo de Andalucía, 11 de octubre de 1994)