LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

viernes, 26 de febrero de 2010

ANDALUCÍA (3ª edición)

Las que ayer fueron reinos, y hoy provincias,
fundidas, confundidas, yuxtapuestas
del Estatuto en letras indigestas,
unidas hoy van, como con pinzas.

Oriente y Occidente, y Alta y Baja,
para nombrarte don Manuel Machado
te compuso un poema bien mechado,
que era más bien rosario que baraja.

Y, sin embargo, y tópicos aparte
—tras la siesta y la fiesta, tras el oro-
pel del cante (reja y queja), tras el moro

de la leyenda—, hoy me ocurre encontrarte
en tu nombre que junta, aunque no suma,
como el mar que dispara y alza espuma.


(soneto perpetrado in illo tempore como ejercicio de Retórica, ahora revisado con motivo de la "efemérides")

martes, 23 de febrero de 2010

EL JUAN RAMÓN COMPROMETIDO (2 DE 2)




Alguien ha podido escribir que Guerra en España es, en realidad, la gran novela de la guerra civil española. Yo diría más bien que es la gran tragedia, la del hombre que abraza un partido que, en fin de cuentas lo rechaza a él. Juan Ramón fue de esos, pocos, a los que les fue imposible vivir, sobrevivir, en la España republicana del frente popular, pero tampoco se resignaron a poblar la España de Franco. Ni con unos ni con otros, buena prueba de lo prolongado y tenaz de ese rechazo “de los propios” fue la antología de José María Castellet Veinte años de poesía española (1939-1959), ¡de 1960!, en donde sencillamente se le tachaba de un plumazo, poniendo la poesía española bajo el exclusivo magisterio de Antonio Machado. Un Machado, por cierto, leído en clave notablemente sectaria.

Pero no sólo de guerra, o de política, se habla en este libro. Narraciones, testimonios, cartas, recortes, poemas, relaciones con otros escritores, opiniones sobre ellos… llevan a primer plano lo fundamental de la consagración de vida de Juan Ramón Jiménez: la poesía, la literatura.

Guerra en España puede leerse como una novela, o como los materiales para una novela, una novela trágica, pero también aporta testimonios de primera mano que resultarán ineludibles para el entendimiento no sólo del propio Juan Ramón ―su pensamiento, su actitud, su biografía― sino de otros muchos autores, vistos desde la óptica juanramoniana, apasionada pero no por ello menos objetiva o mal argumentada (véase su polémica última con Jorge Guillén, o la exposición de sus relaciones ambivalentes con Antonio Machado). Para el lector común o para el especialista, este libro resultará imprescindible porque va directo al corazón, no sólo de la poesía, sino de la vida española en años decisivos.

(Clarín. Revista de nueva literatura, núm. 85, enero-febrero 2010)

lunes, 22 de febrero de 2010

EL JUAN RAMÓN COMPROMETIDO (1 DE 2)




“La edición crítica de un autor antiguo suprime las adulteraciones póstumas del texto; la edición crítica del autor moderno restituye las variantes eliminadas por el autor”, fulmina Nicolás Gómez Dávila en alguno de sus escolios. Al margen de que la denuncia sea justa o no, y probablemente lo es no pocas veces entre muchos fantásticos filólogos, no es éste el caso de Juan Ramón Jiménez, que en realidad, no eliminó ninguna variante, indeciso siempre y siempre dubitativo ante la ordenación y textualidad de lo que llamó, con mayúsculas, su Obra y otros malévolamente hemos llamado su Baúl.

Él mismo vivía esta realidad como tragedia y así se lo reconoció a Ricardo Gullón cuando éste le enviaba materiales recuperados de su casa madrileña: “Tengo cajas enteras llenas de papelitos como estos y ya nunca podré ni siquiera verlos. Es un desastre. Y toda mi vida ha sido igual: creé más de lo que pude recrear. Ésa es mi tragedia; éste es el problema, ya sin solución, con que ahora me encuentro.” Afortunadamente, esos “papelitos” se han custodiado ejemplarmente en la Sala Zenobia-Juan Ramón de la Universidad de Puerto Rico, abierta a los investigadores. En ella se adentró durante varios años Ángel Crespo, junto con Pilar Gómez Bedate, y el resultado, entre otros (por ejemplo, su Juan Ramón Jiménez y la pintura, o la Antolojía general en prosa), fue la publicación de Guerra en España, libro ideado y formado por Juan Ramón, pero nunca publicado. El libro lo publicó Seix Barral en 1985, aunque la editorial, por razones económicas, y no por la censura, como han creído algunos, redujo su extensión a unas trescientas páginas.

Ahora, Guerra en España vuelve a aparecer, ya en su integridad, es decir, con más de cuatrocientas valiosas páginas añadidas, además de
ciento cincuenta imágenes frente a las veintisiete de la edición del 85. Soledad González Ródenas, autora de la revisión y la ampliación, ha hecho una edición ejemplar, con un prólogo imprescindible como guía de lectura del libro y unas notas, pocas, pero muy oportunas. Se añade también ahora un índice onomástico, de utilidad evidente en esta clase de libros.

Porque Juan Ramón habla aquí de mucha gente, literatos y políticos, de unos bien y de otros no tan bien (o, francamente, muy mal). Por sus páginas circulan políticos a los que admira (Azaña, Besteiro, Martínez Barrio…) y a los que detesta y a los que no les ahorra durísimas palabras (así Negrín, “ladrón, anormal e irresponsable”; Largo Caballero, “criminal y analfabeto”; Araquistain, “ladrón, oportunista, farsante”; Pasionaria, “demagoga y stalinista, sectaria”… por limitarnos al propio campo republicano). En este libro Juan Ramón quiso dejar muy claro que apoyaba lealmente a la República, pero conservando siempre su independencia de juicio y su honestidad moral, por encima de banderías. Por eso no le ahorra críticas a su propio bando: “…en mi conciencia tengo la seguridad de que la salida de Negrín por los Pirineos fue indigna; de que el oro de España fue, por N. a Rusia y Francia, sin documentos… que Prieto maneja un dinero que es de España y no suyo.”

Este libro rompe definitivamente el mito (si es que ese mito tuvo alguna vez algún fundamento) del Juan Ramón encerrado en su torre de marfil, solitario insolidario y au-dessus de la mêlée. Juan Ramón mantuvo su compromiso como ciudadano, pero exigiendo libertad absoluta tanto ética como estética. Por eso su balance, una vez terminado el conflicto, se resume en una nota probablemente dirigida a Tomás Navarro Tomás: “Una de las lecciones que me ha dado esta espantosa guerra en España, es que vale más una persona honrada, aunque no piense del todo como nosotros, que no un logrero de aparentes ideas iguales. He visto mucha basura española por estas Américas…”

viernes, 19 de febrero de 2010

Yo, el Otro




Yo sé que yo no soy tú,

que tampoco tú eres yo.

¿De dónde saldrá este hilo

que enfrenta y une a los dos?

martes, 16 de febrero de 2010

Parte

Lo que está aquí ya no es la Cuaresma; no, lo que está ya aquí es la temporada del monzón.

jueves, 11 de febrero de 2010

Contrafacta

Nada es verdad ni mentira;
todo es según la óptica
donde compres las lentillas.

***

Vendrá la muerte y no tendrá tus ojos.

(Sorry, pero faltaba una sílaba)

***

Tú me llamas, amor. Yo voy andando.

(que la crisis ya llega hasta la lírica)

***

Volverán las oscuras pesadillas...

lunes, 8 de febrero de 2010

Poemilla llamado no sé cómo



Se me rompió la luz de las tinieblas.

Era vana esa luz.

Yo creía en la Historia.

Que tenía sentido.

Ya sólo creo ahora

en el Apocalipsis

y en la Parusía.

jueves, 4 de febrero de 2010

El poeta convencional

"Robert Browning fue incontestablemente un hombre del todo convencional. Hay muchos que juzgan este elemento de convencionalismo a la vez lamentable y vergonzoso; han establecido, como si dijéramos, una convención de lo inconvencional. Pero este odio al elemento convencional en la personalidad de un poeta sólo les es posible a los que no recuerdan el significado de las palabras. Convención no significa más que acuerdo, pacto; y de igual modo que todo poeta tiene que buscar hacer su obra sobre un acuerdo emocional entre los hombres, todo poeta tiene que basar su obra sobre una convención. Todo arte está, naturalmente, basado en una convención, un acuedo entre el que habla y el que escucha de que no deben oponerse ciertas objeciones. El arte más realista del mundo está abierto a la objeción realista. Contra el drama más exacto y corriente que saliera jamás de Noruega todavía es posible para el realista oponer la objeción de que el héroe que comienza a hablar de un asunto y pasa a otra cosa, que sale del aposento y vuelve por su sombrero, se conduce continuamente de una manera muy excéntrica, considerando que hace todas estas cosas en una habitación en la que una de las cuatro paredes no existe y ha sido sustituida por una hilera de candilejas y una multitud de gente extraña. Contra el más pulcro dibujante de siluetas que pueda concebir la imaginación humana, puede admitirse aún que traza una línea negra en torno a la nariz de un hombre, y que esta línea es mentira. Y precisamente de la misma manera un poeta, por la naturaleza de las cosas, tiene que ser convencional. A menos que describa una emociónque los otros compartan con él, su labor será totalmente inútil. Si un poeta tuviese realmente una emoción original; si, por ejemplo, un poeta se enamorase de repente de los topes de un vagón de ferrocarril, emplearía un espacio de tiempo considerablemente superior a los setenta años de que dispone, para comunicar sus sentimientos.

La poesía trata de cosas primarias y convencionales; el hambre de pan, el amor a la mujer, el amor a los niños, el deseo de una vida inmortal. Si los hombres tuviesen de veras sentimientos nuevos, la poesía no podría tratarlos. Si un hombre, supongamos, no sintiese un amargo anhelo de comer pan, pero sintiese en cambio un fresco y original anhelo de comer guardafuegos de latón o mesas de caoba, la poesía no podría expresarlo. Si un hombre, en vez de enamorarse de una mujer, se enamorara de un fósil o de una anémona de mar, la poesía no podría expresarlo. La poesía sólo puede expresar lo que es original en un sentido: en el sentido en que hablamos del pecado original. Es original, no en el despreciable sentido de ser nuevo, sino en el sentido más hondo de ser viejo; es original en el sentido de que trata de orígenes."

[G. K. Chesterton, Robert Browning, Sevilla, Espuela de Plata, 2010.]