LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

martes, 7 de junio de 2011

PARA UNA EPISTEMOLOGÍA DE LA FE (y 2)


Pero sin duda el terreno más resbaladizo es el que más se adentra en el sentido último de la vida. La ética, la economía y las ciencias sociales, la filosofía, la teología... Imposible para la mayoría de los mortales hacerse experto en todas estas disciplinas. Se perdería en ese bosque frondoso y umbrío. Tal vez se volvería loco, entre argumentos y contra argumentos, entre tesis y refutaciones.


De ahí que el hombre necesite creer, es decir, confiar, tanto en sus actos más cotidianos (¿cómo sé que este amable dependiente de unos grandes almacenes no es en realidad un asesino en serie que me asestará varias cuchilladas en cuanto le pregunte por una olla rápida?), como en los más trascendentes. Es verdad que hay cosas que creemos por nosotros mismos, por indicios o suposiciones que parten de la propia experiencia, pero en las cuestiones menos evidentes, es decir, más trascendentes, necesitamos de otro, el guía, el maestro, ese alguien en que ponemos nuestra confianza y le concedemos autoridad, así sea el periódico o la radio que seguimos.

Ahora bien, el concepto de autoridad parece estar en franca retirada. Hubo un tiempo en que el principio de autoridad era sagrado. Hoy ya no gozan de autoridad, o cada vez menos, ni los padres, ni los maestros, ni los médicos, ni los políticos... Hoy la autoridad es sinónimo de mera coerción, y se ha dejado de ver como protección, garantía, seguridad, confianza... Sólo por coerción detenta su autoridad la autoridad. Fue la Ilustración la que empezó a poner en cuestión el argumento de autoridad. El sapere aude de Kant no quería decir otra cosa que “no te creas nada, averígualo todo por ti mismo”. Pero, como hemos visto, esto es imposible. Ciertas cosas podemos discernirlas por nosotros mismos, pero en la mayoría de los casos, necesitamos depositar nuestra confianza en alguien o en algo.

Sin un cuadro claro de autoridades, sin un horizonte de creencias firmes y comunes, el hombre moderno se ve abocado a creer sólo en sí mismo, por sí mismo y para sí mismo. O no cree en nada (nihilismo) o cree en todo (relativismo), pero lo más frecuente es que crea sólo en sí mismo, y por tanto en lo que le interese o le convenga (egoísmo, consumismo, filosofía del éxito). El hombre moderno, que ha renunciado a la autoridad, ha renunciado también a la comunidad. Nos hemos quedado solos. Pero la conocida frase “creer en uno mismo” no es más que una bobería propia de psicólogos de baratillo. Creer es siempre confiar en el otro y en lo otro.


¿Es posible, hoy, creer en algo? Por supuesto. De hecho, la gente cree hoy muchas cosas: como ocurría en tiempos pasados, aunque las creencias sean ahora otras, y los tópicos, distintos. Si creer es algo antropológicamente indispensable (“Porque todo es creer, amigos, y tan creencia es el como el no. Nada importante se refuta ni se demuestra, aunque se pase de creer lo uno a creer lo otro”, Antonio Machado dixit), no basta con “estar en la creencias”, pasivamente, como decía Ortega, sino en “tenerlas”, y tenerlas y obtenerlas de modo activo y consciente. Hoy la fe, cualquiera que esta sea, necesita, más que nunca, de la razón. Pero no olvidemos que la fe no está sólo al final del camino de la razón, sino también en el principio. ¿Un círculo vicioso? No, una ayuda mutua. La Razón, divinizada, nos había cerrado las puertas de la fe; la razón rehumanizada, puede que nos las vuelva a abrir. Sólo es precisa una condición: abrir nuestros corazones y nuestras mentes a la pregunta, a la búsqueda, al diálogo. Al otro y a lo otro. Es decir, re-pensar lo que creemos. Tener creencias, sí, pero no conformarse, a merced de la corriente, con estar en ellas. En definitiva, creer en la razón para creer de nuevo.

6 comentarios:

Mora Fandos dijo...

Estoy muy de acuerdo, Enrique. Es una fe mediada por el otro, por lo humano. Y tiene una raíz judía: en el Antiguo Testamento, tener fe era "confiar en alguien". Eso se mantiene en el cristianismo: no es solo asentir a unos contenidos, es confiar en una persona, en una Persona.
Y otro aspecto que has apuntado: la comunidad. El hombre, ser social (Aristóteles), necesita para su identidad tanto una comunidad sincrónica -la presente a la que pertenece-, como la diacrónica -una tradición o tradiciones-. Con respecto a la segunda, las tradiciones se prueban en el trascurso del tiempo, donde son retadas por la vida misma, y han de sacar de su esencia nuevas respuestas a nuevos problemas, siendo fieles al núcleo que les da sentido fundacional (si no, la tradición desaparece, y surge otra cosa). Y lo más normal es que hayan de entrar en diálogo con tradiciones diferentes, para encontrar "piezas", que no poseen. Esto las hace más ricas, mientras mantengan el núcleo fundacional. Ejemplo: el cristianismo nace en un ecosistema cultural judío, pero entra en diálogo con la razón griega, para contar con "piezas" que le ayuden a ir desarrollando el potencial embrionario, fundacional. Y por eso hay teología cristiana: sin Platón, Aristóteles, algo de los estoicos... el cristianismo no habría podido comenzar a pensarse a sí mismo, a encontrar puntos de unión con otras tradiciones (todo esto sin entrar a la cuestión de la relectura radical que hace Jesucristo de la tradición judía que el judaísmo rabínico de aquel momento estaba interpretando a su manera).
El tema es apasionante. Si interesa, indico un gran libro sobre la importancia de las tradiciones para la identidad personal, y lo que es, cómo se desarrolla y como puede morir una tradición: Tras la virtud, A. MacIntyre, Ed. Crítica.

eres_mi_cruz dijo...

soy de izquierdas... tan cierto como que en estos momentos necesitaría un maestro para asentar mi creencia...

gracias, Enrique...

L.N.J. dijo...

Muy bueno tus dos post Enrique, perdí la fe hace mucho tiempo y la culpa se la eché al ser humano. Después de echar tantas culpas, quise curarme con ibuprofeno, una oración y pedir perdón por los pecados ¿a quién?, no sé, ¿qué pecados?, tampoco lo sé.
Después exigí al ser humano que fuera sociable y dejara ese individualismo tan patético que confunde con ser independiente, porque creo que somos seres sociables por naturaleza.
Una amiga con mucha fe y muy religiosa quiso que un día que la acompañara a misa, allí no dejaba de criticar a unas y a otras. Salí de allí disparada cuando el cura me recordó que eramos pecadores y que dios bla, bla, bla.

Llegué a mi casa y me acordé de la madre sabia llamada "Filosofía" y me puse a ver varios capítulos de homer simpson. Sonó el timbre, era dios que quería ver a Bart:

Pasa y túmbate hombre, estás en tu casa...

cb dijo...

Muchas gracias por estas reflexiones. Es un verdadero placer -y un verdadero alivio, tan acostumbrados a otras cosas- oír pensar con tanta honestidad, hondura, sencillez y apertura. Y con tanta necesidad: pensar de corazón, por pura necesidad de entender, de acordar... Un alivio, gracias.

No sé ni para qué te lo digo porque seguro que lo conoces, pero si no, te gustará leer a J.Pieper, los dos habláis en el mismo idioma (por ej. el último apartado de la "Defensa de la filosofía", sobre el modo en el que se articulan, y complementan, filosofía y fe y sobre la autolimitación que supone un supuesto espíritu crítico mal entendido; o "Sobre la dificultad de creer hoy", donde sostiene que esa dificultad se debe, más que al rechazo, a la "inadvertencia": a la falta de apertura como tú bien dices, y Simona Weil también)
Gracias.

Olga Bernad dijo...

Me ha gustado mucho leerlo.
Gracias.

José Luis Piquero dijo...

Ya veo por dónde va y estoy totalmente de acuerdo. Los 900 miembros de la secta del Templo del Sol (me refiero a los hechos de 1979, no a la Plaza Sol)pensaban igual que usted. Creían en el principio de autoridad y en la noción de comunidad. Ahora los 900 están muertos y son felices, porque ya no tienen que indagar en "el bosque frondoso y umbrío" de la ética, las ciencias sociales, la filosofía, la teología... y volverse locos con eso, "entre tesis y refutaciones". Ahora son libres.
Claro que el hombre necesita creer, y sin pruebas y a ciegas, por lo cual yo recomiendo el culto de la Bruja Lola, que me parece que tiene menos historia que el cristianismo y menos exégetas pero más o menos el mismo fundamento. ¿Le parece, amigo Baltanás, que frivolizo? No lo crea. Sigo su consejo de no perderme en los bosques frondosos de "argumentos y contra argumentos, tesis y refutaciones".
Con todo respecto y cordialmente:
JLP