LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

miércoles, 30 de abril de 2014

FATALISMO BÍBLICO

He reflexionado sobre todo esto y he llegado a la siguiente conclusión: aunque los honrados y los sabios con sus obras están en manos de Dios, el hombre no sabe de amor ni de odio. Todo lo que el hombre tiene delante es vanidad, porque una misma suerte toca a todos: al inocente y al culpable, al puro y al impuro, al que ofrece sacrificios y al que no los ofrece, al honrado y al pecador, al que jura y al que no tiene reparo en jurar. Y esta es la peor desgracia de cuanto sucede bajo el sol: que una misma suerte toca a todos. Por ello, el corazón de los hombres está lleno de maldad; mientras viven, piensan locuras, y después ¡a morir!

¿Schopenhauer? ¿Cioran? ¿Algún otro pesimista célebre? No. Qohelet. También conocido por el Eclesiastés. Y es que la Biblia vale por toda una biblioteca. Ahí está todo YA dicho. Claro que no deberíamos quedarnos con lo que se dice en un solo libro. Hay que llegar hasta el final.

martes, 29 de abril de 2014

LA CUESTIÓN PALPITANTE



¿Qué estará diciendo ART que todos parecemos escucharlo con tanta atención? Total, si no hablaba más que de dos enormes poetas, Antonio Machado y William Butler Yeats.

miércoles, 23 de abril de 2014

FERIA EN TOMARES


Viernes 25 de abril 

20.30 Mesa redonda sobre Antonio Machado, 75 años:
Ligero de equipaje

Modera: Alfredo Valenzuela
Intervienen: Andrés Trapiello, Enrique Baltanás
y Antonio Rivero Taravillo


http://www.tomares.es/sites/default/files/Revista%20FLT%2014.pdf#page=4&zoom=auto,0,724


martes, 8 de abril de 2014

OLOR Y CRONOLOGÍA

En el siglo XVIII olía muy mal. O, cuando menos, eso es lo que nos dice Patrick Süskind en la primera página de su cinematográfica novela El perfume. Y si en el llamado siglo de las luces olía mal, ¿cómo olía, Dios mío, cómo olía, cómo debió de oler, pongamos, la Edad Media, que era como todo el mundo sabe, época bárbara y lóbrega?

Yo no sé cómo olería en la Edad Media, cómo olería en el siglo XIX, o cómo olería en tiempos de romanos, porque esto de los olores es tan difícil de apresar en conceptos como fácil y efímero de captar con la pituitaria. No sé si cada época tiene su olor, sus aromas o efluvios privativos, o si es cada ciudad o cada persona, puesto que cada persona, como saben muy bien los canes, emana su olor propio y característico.

El lenguaje, nuestro lenguaje, está preparado para expresar, mal que bien, aquello que nos entra por la vista, por el oído incluso, por el tacto... pero, por el olfato... ahí nos perdemos en un mundo de metáforas para lo que de suyo es innombrable.

Yo no sé como olía en la Edad Media, o en tiempos de romanos, pero sí sé cómo olía en mi infancia y en mi pueblo. Olía a cisco quemándose en el brasero, a alhucema, a horno de leña de tahona, como olía a aguardiente y a la bosta fresca de las caballerías, a jabón Palmolive, a colonia Heno de Pravia, a cuero, a tabaco de caldo de gallina y a tabaco rubio de los americanos de la base, a puesto de chufas y de orozuz, a ese olor indefinible de las tiendas de ultramarinos finos... Y sé que ahora no huele como entonces. 

No deja de ser curiosa esta relación del olor con la cronología. Aunque haya, claro, olores permanentes, como el del incienso y el de la cera, que son los dos olores más permanentes que se me ocurren.

Así que, ¿quién sabe a lo que olerá el futuro?