LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

miércoles, 12 de febrero de 2014

NO HAY DOS SIN TRES

Está uno tan poco viajero últimamente, y tan apegado a su villanesco rincón y a su monotonía, que me ha hecho gracia leer esta página de Las veleidades de la fortuna que bien pudiera titularse De la no necesidad de viajar para el común de los mortales, pero especialmente para los espíritus fuertes:



"-Eso de viajar es para otra clase de personas, para gentes sin complejidad psicológica.[Le dice Larrañaga a Pepita]
-Sin embargo, dicen que los viajes enseñan.
-Sí, hay una pequeña cultura del viajar y del saber dos o tres idiomas. Es una cultura muy ínfima. Hay gente que supone que a cada traqueteo del tren, o a cada balanceo del barco, el hombre ha de irse sublimando. No creo que se pueda aprender gran cosa viajando más que algo muy superficial [...] Viendo pueblos se adquiere cierta cultura; pero es una cultura de viajantes de comercio, de intérpretes y de cocottes que saben decir cuatro o cinco frases en cinco o seis idiomas diferentes.
-Pero el viajar para los sabios debe ser muy importante.
-No creo. Ese Kant de que hablábamos antes no viajó nunca. No tuvo necesidad de salir de su pueblo para ser el más gran filósofo de los tiempos. Sócrates no salió de Atenas. El viajar parece servir de adorno para los ricos y para los desocupados; para un hombre de pensamiento fuerte creo que el viajar no le da nada."

Pues eso: que je prends mon bien où je le trouve.

domingo, 9 de febrero de 2014

NO HAY MÁS RAZÓN QUE LA RAZÓN

Pero unas páginas más adelante de Las veleidades de la fortuna, otro personaje, el doctor Haller, parece darle la réplica al diputado suizo Stolz y a su defensa de las dos vías de conocimiento, a saber, el entendimiento y la intuición, como perfectamente complementarias. Cuando Larrañaga le pregunta "¿Usted cree que no hay ninguna diferencia entre inteligencia e intuición?", el doctor Haller le suelta esta aguerrida parrafada:

-Diferencia esencial, yo creo que no la hay. A primera vista, sí; parece que la inteligencia es más sistemática, más motivada, más pesada, y la intuición más espontánea, más rápida. Así del médico que haga un pronóstico exacto, se dirá que tiene inteligencia y de la enfermera o de la hermana de la Caridad que haga el mismo pronóstico, se asegurará que posee intuición; pero los dos pronósticos proceden de lo mismo, del fondo de perspicacia en la observación que en el profesional constituye un oficio y en el no profesional, un diletantismo. Yo, por más que busco, no veo diferencia alguna entre intuición y conocimiento; el dato de la intuición me parce más sencillo, menos razonado, no convertido en idea; y el dato del conocimiento, más razonado y más lógico. El uno está menos elaborado que el otro; pero los dos proceden de lo mismo. Estas divisiones, estos conceptos adornados, son ganas de dar aspectos misteriosos a las cosas. Al trabajo que no es claramente consciente de la inteligencia, se le llama intuición. En el hombre que sabe, en el que haya leído y que tenga muchos datos de cultura almacenados en la memoria, esta supuesta intuición parece que vale algo. Si no supiera ni hubiera leído nada, veríamos a qué se reducía esta intuición. 

Entonces, ¿con cuál de estas dos opiniones, contradictorias entre sí, se queda Baroja? Probablemente con las dos, o sea, con ninguna. O tal vez se encogiera de hombros como diciendo "quién sabe". O puede que nos dijera: "Yo no soy filósofo, ni mucho menos epistemólogo, yo sólo soy un humilde novelista que tan sólo da la palabra a sus personajes."

Y puede ser, sí.

sábado, 1 de febrero de 2014

EL ETERNO DILEMA

En cierta novela de Baroja, Las veleidades de la fortuna se llama, un personaje le dice a otro: "Hacer como principal norma de la existencia el pensamiento, sería condenarla a marchitarse, a secarse. La vida necesita también lo irracional, lo misterioso, lo infinito, la superstición misma..." 



Y está uno muy de acuerdo con Baroja, sobre todo en ese también, que viene a unir o a conciliar las dos caras de la vida. Porque la vida humana es esencialmente una aporía o, mejor, el hombre vive siempre aporéticamente. Razón o instinto, finito e infinito, estatismo o dinamismo, entendimiento o intuición, sincronía y diacronía... Rechazar uno de los términos del dilema para quedarse únicamente con el otro es quizá cosa más propia de doctrinarios que de imbéciles.

Toda la historia de la filosofía es el intento de examinar, de abordar este dilema eterno. Hegel, por ejemplo, intentó esta conciliación a través de su teoría de la Aufhebung o superación integradora. Más claro, o sin tanto terminacho, lo dijo Antonio Machado, cuando afirmaba que "todo es ir de lo Uno a lo Otro." Pues por eso me ha gustado el también barojiano, o el de su personaje, Paul Stolz.

Por cierto, el Casares, el diccionario ideológico de Julio Casares, define aporía como "estado de incertidumbre y duda." Pero esto sería bonita materia para otro artículo.